La COP26, la cumbre de Glasgow que se considera la negociación sobre cambio climático más importante desde los Acuerdos de París ha arrancado este lunes con un claro mensaje de los líderes mundiales: nuestro mundo está en peligro.
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«Nuestra adicción a los combustibles fósiles está llevando a la humanidad al borde del abismo. Nos enfrentamos a una dura elección: O la detenemos, o nos detiene a nosotros», dijo el Secretario General de la ONU durante la inauguración, António Guterres. «Es hora de decir ya basta».
El Acuerdo de París obliga a los países a actualizar sus planes nacionales de acción climática cada cinco años, lo que coincide con la COP26. Se espera, por tanto, que este año presenten planes ambiciosos de cara a 2030, y en ellos tendrán un papel fundamental las llamadas “contribuciones determinadas a nivel nacional” (NDC, por sus siglas en inglés).
El Acuerdo de París obliga a los países a informar sobre sus NDC, pero les da margen a la hora de decidir cómo deben reducir sus emisiones de efecto invernadero. Así, en 2015 los objetivos iniciales de reducción de emisiones eran demasiado modestos como para limitar el aumento de temperaturas a 1,5 grados.
Uno de los objetivos fundamentales de la COP26 es ampliar estos objetivos con vistas a lograr la neutralidad de emisiones de carbono para mediados de siglo.
Otro objetivo de la COP26 es mejorar la financiación climática para poder ayudar a los países más pobres tanto en su transición hacia energías limpias como en su proceso de adaptación general al cambio climático. Se trata de una cuestión de justicia muy importante para muchos países en vías de desarrollo, cuyas poblaciones soportan la mayor parte de la carga del cambio climático por más que ellas son las que menos han contribuido a provocarlo.