En algunos barrios de Montevideo y en otras tantas localidades del interior hay gente que está pasando hambre. Hace unos días una mujer que se desmayó en una olla popular de la zona de Lecqoq porque llevaba cuatro días sin comer. La mujer explicó que hace dos meses, al levantarse la emergencia sanitaria, le fue retirada la tarjeta Tuapp con la cual podía cubrir parte de su alimentación y la de su hijo de 8 años.
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Pero la mujer no es la única que atraviesa esta situación. Según un relevamiento llevado a cabo por el Programa Integral Metropolitano (PIM) de la Universidad de la República, en el Municipio F existe “una situación dramática” respecto al déficit alimentario que viven, sobre todo, adolescentes de la zona.
El docente e investigador del PIM, Agustín Cano, sostuvo que se trata de un escenario “realmente muy difícil que en los últimos dos años se ha recrudecido” en esta zona de Montevideo “que presenta indicadores sociales y socioeconómicos en general por debajo del promedio y muy por debajo de los municipios más favorecidos de la ciudad”. No es una situación nueva, pero sí registraron casos que comenzaron “a aparecer con más claridad”.
Entrevistado por El Espectador, Cano sostuvo que puede “dar testimonio” de las cosas que ve, pero también de las cosas que cuentan los y las docentes, que en realidad “ellos pueden tomar nota de estas situaciones en casos muy agudos, un desmayo o una descompensación” o a veces en situaciones que pueden percibir a partir de tener “ciertas intuiciones”, y es recién en un ámbito de más “intimidad” donde los estudiantes reconocen “que no han comido desde la mañana”.
A raíz de esto, explicó, “es muy común que los docentes compren de su bolsillo un alfajor o una medialuna para los alumnos”, ya que el acceso a viandas escolares por parte de los liceos es “un mecanismo que se ha burocratizado”; asimismo, “muchas veces los estudiantes no quieren ir a la escuela o a donde hay que buscar el lugar donde dar esa vianda porque no es una situación fácil de expresar abiertamente” puesto que el hambre “tiene una carga que es muy dramática”, no solo “lo que implica fisiológicamente, sino en todas las dimensiones”.
Según Cano, “la problemática se ha agudizado”, y no es un tema “del que se esté hablando con la altura que corresponde a la gravedad del problema”. Así las cosas, en este fenómeno convergen “dos situaciones”, una “que es particularmente grave en los adolescentes, porque en las escuelas hay un sistema de comedores, y cuando se pasa de sexto de escuela a primero de liceo ese sistema se pierde”, ya que “no existe una política de alimentación en los liceos”, y lo otro se apoya en los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística en relación a la pobreza, donde “detectan que el rango de edad donde creció más es entre 13 y 17 años, un rango de edad que no tiene cobertura en las instituciones”.