Teniendo en cuenta que por un lado se puede confirmar la realidad del cambio climático y por otro la afectación a causa del mismo de nuestro territorio con consecuencias mayoritariamente no deseadas se debería de decidir qué se hace a este respecto.
En este sentido hay dos acciones a seguir: mitigación, que es cómo tratamos de revertir las causas antrópicas, es decir producto de la actividad humana, que pueden estar generando y/o acelerando este cambio; y por otro la adaptación, que es constatando el hecho del cambio como disminuimos sus efectos nocivos.
Situación de Uruguay
Uruguay es un país pequeño, con poca población, un desarrollo de actividades económicas como industria y logística no muy desarrollado, con fuentes de energía mayoritariamente renovables (agua, viento, sol). Parecería que nuestro aporte a reducir los factores que intervienen en el efecto invernadero nunca va a ser significativo. Sin embargo, una de nuestras mayores producciones, la ganadería, es muy cuestionada por la liberación de metano, producto del proceso digestivo del ganado, que es un gas que afecta mucho más aún que el anhídrido carbónico (CO2), que es la base para cuantificar los gases de efecto invernadero.
Dejando el chovinismo infantil o los intereses menores, creo que por la característica de alimentación mayoritaria de nuestra ganadería en base a praderas naturales y manteniendo el pequeño tamaño de nuestra economía nunca va a ser significativa. Esa sombra que hacen ceñir sobre el Uruguay otros países que sí tienen bastante más responsabilidad en la liberación de gases de efecto invernadero, tiene más de razones económicas asociadas que verdadera causa de mitigación. De muestra un botón
Aún, aunque tuvieran razón con los efectos negativos de la ganadería sería absolutamente marginal. Sin embargo, este punto puede ser usado como mecanismo no arancelario de nuestras exportaciones cárnicas. Por ello, debemos considerarlo a nivel país no como un problema de mitigación sino de adaptación de los efectos del cambio climático en nuestra realidad comercial y económica.
Se podrá argumentar que existen muchos fondos internacionales para el tema de la mitigación, y que no tratar de utilizarlos sería tonto de nuestra parte. Está bien, utilicémoslos, pero no caigamos en la hipocresía de creer que Uruguay va a modificar en algo el balance global de los gases de efecto invernadero. Denunciemos al mismo tiempo que los que se tienen que hacer cargo verdaderamente de ello son los países hegemónicos.
Hecha esta aclaración, mantenemos que nuestros mayores esfuerzos deben darse en la adaptación a los efectos negativos de esta realidad. Si los eventos extremos son los que afectan a nuestros compatriotas y a la economía nacional, pongamos la mira allí. Y en todos los casos prioricemos los más débiles, los más vulnerables, que en definitiva siempre son los que pagan las cuentas en estas crisis.
En la actualidad se está en la construcción de un plan nacional de riego, y este es uno más de los puntos a atender en la adaptación al cambio climático. Y está muy bien. Pero se debe de focalizar en aquellos sectores que en cada sequía quedan en el camino, los que no tienen espalda para soportar las consecuencias de estos efectos. ¿Esto deshecha las soluciones para productores de carácter empresarial? No, pero deben de priorizarse los fondos públicos para soluciones de aquellos que jamás podrán llegar a tener una respuesta individual para estas crisis. Para cientos de familias de productores que si no terminarán en la vera del camino, y sus tierras concentradas por aquellos que sí pueden obtener soluciones por sí mismos. Hay que hacerlo por adaptación, por prevención, pero sobre todo por justicia.