Consultada sobre cómo surgió su interés en este emprendimiento, contó que nació durante su experiencia como trabajadora social, acompañando a familias, y especialmente a infancias. “Mi formación en duelo fue lo que me interpeló, ya que al principio la temática me generaba mucha resistencia, por lo cual decidí problematizar sobre los motivos de esa resistencia. Lo llevé a mi espacio personal y descubrí que tenía que ver con mi vínculo con la muerte y con los procesos de duelo. Cuando abrí esa puerta me encontré con duelos que no había podido integrar y con que nunca me habían hablado de la muerte en mi infancia. No tuve, por ejemplo, una noticia adecuada respecto a la muerte de mis seres queridos. Al empezar a contactar con esa parte personal, confirmé la importancia de que las familias tengan herramientas para abordar estos temas. Ahí surgió este proyecto”.
Nombrar la muerte
Según la experta, la muerte sigue siendo un tabú en nuestra sociedad debido, entre otras cosas, a la cultura del progreso y a la negación de la finitud. Sin embargo, explicó que hablar de la muerte nos conecta con la realidad de que la vida termina, lo cual es esencial para enfrentar los procesos de duelo de manera saludable. “En la sociedad occidental en la que vivimos, la muerte no tiene lugar, ya que se tiende al progreso. De hecho, muchas industrias, como la farmacéutica o la cosmetológica, nos venden la posibilidad de, entre comillas, la vida eterna. Esto nos aleja cada vez más de contactar con la finitud. Hablar de la muerte nos enfrenta a que nuestra vida se termina, como la de personas que amamos o la de nuestras mascotas, y por eso es un tema que se prefiere evitar”.
Y añadió: “Es lo que algunos antropólogos llaman pacto de silencio. Sabemos que la muerte sucede, pero no hablamos sobre eso. En ese pacto que hemos construido socialmente, de forma táctica, no hablamos de los seres queridos que perdemos. Entonces, nos criamos y desarrollamos sin saber que existió un abuelo, un tío, una mamá o un papá de quien no se habla porque implica contactar con el dolor”.
En tal sentido, la experta sostuvo que existe una construcción cultural de que hablar del dolor o estar tristes es algo negativo cuando, por el contrario, “es importante hablar de la muerte, sobre todo desde las etapas más tempranas, ya que nos conecta con un aspecto que está presente en la cotidianeidad”. “Pensemos cuántas veces, por ejemplo, cuando vamos por la calle con nuestros hijos, evadimos pasar por un lugar o distraemos su atención porque vemos un pajarito muerto o un accidente, o cuando evitamos hablar de un ser querido o de alguien conocido que falleció. Si les explicamos que la muerte existe, que el cuerpo deja de funcionar, que un ser que murió no volverá, les estamos dando herramientas para transitar sus duelos”.
Errores comunes al abordar la muerte
Muchas veces las personas adultas suelen cometer errores cuando intentan hablar con las infancias sobre la muerte. Uno de los más comunes, explicó la experta, es el uso de metáforas, ya que estas suelen ser interpretadas de manera literal. Para Cardozo, es fundamental hablar de la muerte con claridad y concreción, brindando herramientas adecuadas para que los niños comprendan el proceso. “Mucha gente les dice a sus hijos que tal persona se fue al cielo y hasta cierta edad esta explicación se toma de forma literal. Entienden que esa persona se fue al cielo por su propia voluntad, con lo cual se empiezan a tejer otros entramados que tienen que ver con el sentimiento de abandono: ¿por qué se fue?, ¿por qué no me llevó?, ¿por qué no quiere volver? Entonces, en esta necesidad de evitar hablar de la muerte y de lo que implica morir, generamos impactos que pueden ser más negativos. Esta insistencia en la metáfora es el principal desafío que creo que tenemos las familias y los profesionales”.
¿Cómo transitar un duelo?
Con respecto al duelo, explicó que “es un proceso dinámico y natural que todas las personas necesitan transitar”. “Cuando perdemos a alguien que amamos, alguien que es parte de nuestro sistema, es esperable que transitemos un duelo. La forma de integrar esta pérdida puede variar según cada persona o momento. A veces se gestiona desde la tristeza, hablando de la persona o también podemos necesitar evitar el tema. Es un proceso muy singular, cada persona lo vive distinto y no hay una forma única de transitarlo. No es lo mismo la pérdida de un ser querido que la de otro ser querido, como tampoco es lo mismo cuando la persona ya transitó otras pérdidas y adquirió herramientas que cuando no las tiene. Por eso, es preciso evitar caer en ideas de que a tal hijo no le impactó tanto la muerte del papá como al otro. Esas comparaciones no son acertadas porque la forma de atravesar el momento tiene mucho que ver con las herramientas personales que tenga cada persona”.
Con respecto a cómo podemos prepararnos para acompañar a alguien que experimentó una pérdida, expresó: “Lo primero es tomar conciencia de que la otra persona está en duelo y que esta etapa no tiene un plazo de finalización. El duelo es una nueva realidad que vamos masticando. No hay un plazo de seis meses, ni de uno o dos años, sino que es el tiempo que la persona necesita para integrar esa nueva realidad. En ese proceso, la persona que duela necesita una pata social, que es el apoyo de la familia, de sus redes, de las instituciones. Necesita que le validen lo que le está pasando, que le reconozcan el lugar de duelante, que le reconozcan el necesitar hablar del ser querido o de aislarse por momentos”.
Y agregó: “Muchas veces, las personas en duelo, en esto de que se aíslan, necesitan apoyos concretos, por ejemplo, que un vecino, una vecina, una amiga o un familiar les ofrezca algo puntual como el apoyo en los cuidados en el caso de que tenga hijos o altos mayores a cargo, u ofrecerle ir a tomar un café. También es importante poder preguntarle explícitamente cómo se siente con la pérdida. Las personas en duelo siempre piden que le hablemos de ese ser querido. Quieren sentirse como en el permiso de hablar, de nombrarlo, de llamarle por su nombre y de expresar cuánto le extrañan y cuánto le necesitan”.
Al evaluar la formación en el abordaje de duelo por parte de profesionales que cumplen funciones en diferentes organismos del organismo del Estado, la experta sostuvo que muchas familias que acuden a sus talleres manifestaron que en los centros de salud o instituciones educativas muchas veces se enfrentan a una perspectiva distinta sobre el duelo, más dirigido por el de afuera que por quien lo está viviendo y que puede ser invalidante: “Tenés que pasar página, ser fuerte por tus hijos, sacá todas sus cosas”, ejemplificó. Y agregó: “Estas intervenciones, mandatadas desde teorías que no están comprobadas científicamente, pueden generar daño”.
No obstante, aclaró que no se puede generalizar, ya que en algunas áreas se están haciendo cosas, como en el acompañamiento a las familias que transitan un duelo por femicidio. “La Facultad de Psicología y Fiscalía están generando un convenio que implica preparar a un equipo de acompañamiento para situaciones de este tenor”.
El duelo por femicidio
Consultada por las particularidades de los duelos de infancias en casos de femicidio, la profesional destacó que requiere un abordaje “profundo, cuidadoso y desde un enfoque de género”, ya que, por lo general, implican la pérdida violenta de un referente fundamental como es la madre, pero además de la persona que le ocasionó la muerte que, por lo general, es el padre, padrastro u otro cuidador. “Los niños afectados experimentan un desmembramiento total de su familia, con consecuencias como la institucionalización o la convivencia con familiares desconocidos. Además, el proceso de duelo se ve complicado por el estrés causado por la violencia doméstica previa”.
Para abordar este duelo, prosiguió la experta, es crucial fortalecer la red de apoyo y proveer herramientas a los adultos responsables de cuidar a los niños afectados. Asimismo, remarcó la importancia de ofrecer información precisa y cuidadosa sobre la muerte, así como de validar las emociones y preocupaciones de los niños, que muchas veces se sienten responsables de la situación, ayudándoles a integrar la nueva realidad y mitigando sentimientos de culpa y ansiedad.
Para finalizar, la experta invitó a reflexionar sobre la importancia de analizar cómo es nuestro vínculo con la muerte, mirar nuestra historia y normalizar hablar sobre estos temas. “La mayoría de las personas venimos de historias familiares donde no se habla de la muerte o se piensa que está mal tratar el tema. Creo que es necesario podernos repensar, tener una mirada crítica y comprender que son muchísimos los beneficios que tiene el poder hablar con las infancias sobre la muerte, sin eufemismos ni metáforas. De esta forma, cuando se enfrenten a la muerte de alguien cercano, van a saber qué implica morirse y no será necesario arrancar de cero mientras, además, también nosotros estamos en duelo. Es una forma de allanar el camino desde lo preventivo tanto para brindar calma y seguridad a las infancias como para aliviar la tarea de quienes criamos”.
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Jeniffer Cardozo, licenciada en Trabajo Social especializada en duelo y ciclo de la vida