Hacete socio para acceder a este contenido

Para continuar, hacete socio de Caras y Caretas. Si ya formas parte de la comunidad, inicia sesión.

ASOCIARME
Sociedad Evaluación | Celsa Puente | educación

Con Celsa Puente

"Sistema de evaluación del estudiante es una traición pedagógica"

La docente y exjerarca de Secundaria Celsa Puente analizó el nuevo reglamento de evaluación y pasaje de grado que comenzó a regir este año como parte de la transformación educativa.

Suscribite

Caras y Caretas Diario

En tu email todos los días

Este año lectivo comenzó a regir el Nuevo Reglamento de Evaluación del Estudiante (REDE) para la Educación Básica Integrada (EBI), que afecta a Primaria, Secundaria y UTU.

De acuerdo al nuevo reglamento, la EBI se organiza en tres ciclos. El Primer Ciclo abarca desde la educación inicial hasta segundo grado de Educación Primaria; el Segundo Ciclo va desde tercer grado hasta sexto grado de Educación Primaria y el Tercer Ciclo desde séptimo grado a noveno grado, que se corresponde con los tres años de la Educación Media Básica. Es decir, esos tres primeros años de Secundaria que se llamaban tradicionalmente primero, segundo y tercero, ahora se llaman séptimo, octavo y noveno.

Celsa Puente, profesora, integrante del colectivo Conversatorio sobre Educación y exdirectora general del Consejo de Educación Secundaria, explicó a Caras y Caretas cuáles son los cambios que impone el nuevo modelo de evaluación del estudiante. Pero, antes, opinó que una muy buena parte de la transformación educativa que implementó este gobierno “se juega en el campo de los nominativos”, a su entender, con la intención de “hacer creer que cambiándole el nombre las cosas se van a presentar de otra manera”.

¿Qué cambios trascendentales trajo el nuevo reglamento?

Lo más significativo de todo lo que propone el REDE es que elimina la repetición en lo que sería séptimo, es decir, en el primer año. En lugar de repetir, el nuevo enfoque plantea un régimen de trabajo durante el verano, en dos tramos, diciembre y febrero, con actividades que permitirían a los estudiantes suplir los aprendizajes no logrados. En el caso de los años siguientes, octavo y noveno, se estipula que los profesores deben continuar trabajando con esos estudiantes para que logren superar los saberes no obtenidos.

¿Cómo evalúas estos cambios?

Es una gran discusión porque uno de los problemas más grandes es que no hay un presupuesto que permita generar dispositivos complementarios a los curriculares para acompañar con fuerza a los estudiantes que necesitan una atención singular. En lo personal, estoy dispuesta a discutir la eliminación de la repetición, creo que repetir el año de la misma manera, con los mismos docentes, en el mismo centro de estudio, y muchas veces en el mismo turno, no tiene sentido para el estudiante. Si ya lo cursó y no logró aprender, una mayor dosis no asegura el aprendizaje. La cuestión es que para eliminar la repetición, y que no sea un mero trámite administrativo que solo sirve para mejorar estadísticas, hay que construir dispositivos sólidos que permitan acompañar a los estudiantes más frágiles. Estos dispositivos no deben ser un castigo, sino un complemento de lo que ofrece el liceo. Está comprobado que en los países con mejores desempeños hay un 25% de estudiantes que, en el correr de su trayectoria educativa, recurrieron a esos espacios alternativos complementarios, pero estos son dispositivos sólidos.

¿El régimen planteado en el REDE no es sólido?

En estos días hablé con algunos docentes sobre las supuestas horas de tutoría que iban a abrirse en los liceos y resulta que les plantearon que trabajarán en marzo, que planificarán las clases (sin cobrar) para las tutorías que iniciarían el 1º de abril. Lo que sucedió es que los docentes trabajaron gratis y esas tutorías todavía no han empezado. Acá todo es a los tropezones, además de que son muy pocas horas en relación a la cantidad de estudiantes que los liceos tienen. Además, las tutorías o acompañamientos no pueden ser más de lo mismo que ya se dio en la clase. Para que sean realmente espacios fértiles donde los estudiantes puedan realizar los desarrollos que no logran en forma colectiva, es necesario que el profesor esté especialmente formado para ese fin. Por otro lado, a mi juicio, también sería necesario que tuvieran un complemento salarial o algún estímulo a nivel de su carrera que le permitiera elegir las tutorías, porque también tiene que tener su estabilidad. Imagínate los docentes que optaron por las tutorías y todavía no empezaron a trabajar, y no cobraron.

En resumen, todo lo que está proponiendo esta reforma, que podría ser una buena base de discusión para una nueva mirada de la evaluación, tal como está planteada, sin recursos y a los tropezones, es una mera acción administrativa para mejorar las estadísticas. Es decir, ya no repiten, pasan todos, entonces mágicamente mejoramos las estadísticas, mejoramos la apariencia, pero no provocamos lo que realmente tenemos que provocar en los aprendizajes de nuestros niños, niñas y adolescentes para que puedan construir un futuro en mejores condiciones. En el estado actual los estudiantes no repiten en séptimo, pasan a tener actividades compensatorias entre diciembre y febrero, y si quedan con asignaturas pendientes, el profesor del año siguiente se tiene que hacer cargo. Esto ya ocurrió en Uruguay, sabemos que no da resultado. Actualmente, los profesores tienen grupos de más de 30 estudiantes y además de dar la clase van a tener que dedicarse a aquellos que todavía no lograron la suficiencia del año anterior. De esta forma, va a haber un punto en el que muchos chiquilines, si no tienen un buen acompañamiento, van a caer del sistema.

Entonces, ¿se podría hablar de flexibilización?

Flexibilización plena. Ya venían dando señales de flexibilización los dos años anteriores. En los años 2020 y 2021, en un contexto de pandemia, el dictado de cursos tuvo un ritmo muy entrecortado. Esta situación requería de dispositivos de trabajo extra, de reforzamiento y de gestación de aprendizaje que nunca se produjeron. Nunca se hizo ningún abordaje específico para asegurar los aprendizajes que, por cuestiones naturales, no se produjeron. El año pasado no hubo suspensión de cursos, no había ninguna razón, y de cualquier manera flexibilizaron el pasaje de cursos llevando las exigencias al mínimo. Voy a contar una anécdota: días atrás hablé con un profesor que me dijo textualmente que era tanta la presión sobre los docentes, que muchos optaban por dar los cursos por aprobados solo para que no estén 50.000 ojos cuestionando su forma de evaluar.

¿Cómo impacta esa flexibilización sobre la calidad educativa?

Impacta rotundamente. Todo el planteo del EBI atenta contra la calidad educativa. Por ejemplo, los estudiantes llegan a séptimo año y tienen que elegir entre música y ciencia, ya que se transformaron en materias optativas. No hay ningún fundamento que explique por qué un estudiante tiene que elegir entre dos disciplinas que son completamente diferentes, y que le va a otorgar un saber que no es excluyente. Ahí hay una primera diferencia con los centros educativos privados, que están ofreciendo las dos.

Por otro lado, parecería que no importa si aprenden, lo que importa es que promuevan, pero ¿a qué costo? Al costo del deterioro del aprendizaje y, por ende, de las condiciones para la gestación de sus proyectos de vida. Hay que pensar que la educación formal es el espacio en el que hacemos una muy buena parte de la transmisión de la herencia de lo que hemos generado como humanidad, a la vez que abrimos opciones distintas a las que abre la familia para que los jóvenes se enriquezcan y puedan construir un proyecto de vida propio. Si, en cambio, todo lo que le ofrecemos allí es que promueva el año sin grandes requisitos, lo que estamos haciendo es una inmensa traición pedagógica. Y encima a espaldas de los docentes.

Días atrás me contó una profesora que entró por primera vez a un tercer año que cuando comenzó la clase un alumno le preguntó por qué la asignatura se llama de otra manera. Ella le explicó que se trataba de un plan nuevo, entonces los alumnos comenzaron a preguntar cómo era el tema de la nota y qué tenían que hacer para pasar de año. En ese momento, uno de los más grandes de la clase se paró y le dijo al resto; “Tranquilos, muchachos, miren que ahora pasamos de taquito”. Creo que esa situación es bien representativa de la idea que se instaló a partir del nuevo reglamento, que a los ojos de una adolescente está bárbaro, pero en realidad sabemos que es un engaño.

Las autoridades se han jactado de que la transformación educativa tiene una mirada inclusiva y democrática. ¿Estás de acuerdo?

No siento que tenga esa mirada, sinceramente lo siento al revés. Creo que cada vez hay una fragmentación más fuerte y una devaluación de lo público que se expresa en un retaceo de recursos que hace que no se puedan mantener muchos espacios que ya existían, que los grupos estén superpoblados, que los profesores estén totalmente desmotivados. Las transformaciones educativas no se hacen en un escritorio, las transformaciones verdaderas las hacen los docentes en las aulas. ¿Con qué docentes y con qué este equipo se está haciendo esta transformación? Es un modelo vertical, sin pedir la opinión de los equipos docentes, ni siquiera una comunicación a tiempo. Lo que sí hay son unas planillas preciosas para completar, pero parece que con eso no alcanza. Entre las personas que están elaborando esta propuesta hay una fantasía y un gran desconocimiento de lo que es la realidad de los centros y de las aulas

Para forzar un modelo inclusivo y democrático tendríamos que pensar en una educación que realmente apueste por la formación docente, algo en lo que se venía trabajando en el período anterior. Una educación que tuviera en cuenta la diversidad, que es característica de nuestra condición humana, además de algunas características peculiares psicofísicas que muchas personas tienen, pero también de la diversidad social. En lo personal, no veo señales de eso. Tampoco sé a qué aluden las autoridades cuando dicen que el modelo actual es inclusivo, democrático o que pone el foco en el alumno. ¿Quieren decir que antes no se trabajaba en forma inclusiva y democrática o con el alumno en el centro? Esto está demostrado en el sinfín de actividades que desarrollamos en las administraciones pasadas y está escrito en los documentos. Creo que ese discurso responde a la vocación que tiene el actual gobierno de construir un régimen de apariencia, donde la palabra es muy útil para hacer este este tipo de simulacros. Entonces, se da a entender como novedad algo en lo que ya se estaba trabajando.

¿Crees que el debate político sobre educación se ha banalizado?

Tremendamente. En este país parece que cualquiera puede opinar de educación. Hay algunas profesiones, como por ejemplo abogados y economistas, que se creen dueñas de opinar como si fueran técnicos profesionales de la educación. Esa situación conduce a la construcción de un discurso público de varitas mágicas que van a cambiar la realidad. Creo que lo que más se ha banalizado es el tema del tiempo, como si los logros se pudieran hacer de un rato para otro, cuando estás hablando de trabajar con personas. En educación hay algunas variables que son irrenunciables, el tiempo es una de ellas y esta transformación adolece de un problema de tiempos. Es la primera vez que veo, por ejemplo, que se cambian de golpe los terceros años de Secundaria sin respetar el desarrollo de las generaciones. Hay chiquilines que empezaron el año pasado con el otro plan y este año se encuentran dentro de la transformación, incluso bromean con que estaban en primero y pasaron a octavo. Siempre se respetó que terminaran el ciclo dentro del plan educativo en el que habían empezado, pero acá todo es urgente, al punto que dicen que el año que viene van a implantar un cambio en el Bachillerato. Bueno, más disparate no se puede oír.

Nos ha hecho mucho mal que cualquiera salga a hablar, como fue el caso del diputado Schipani [Felipe], quien dijo que la mejora en los egresos de Bachillerato se debía a los grandes aportes de la transformación educativa, cuando se debe a un acumulado desde el año 2017 a la fecha. De lo contrario, sería una maravilla una transformación que tiene resultados antes de comenzar. El comentario daría para reírse largamente si no fuera trágico, porque debe haber un conjunto de gente que le cree y que es engañada. Pero, además, porque desvaloriza la importancia de trabajar con temas que exigen profundidad, pienso y desarrollo y que no pueden resumirse en un eslogan político. Me produce disgusto e indignación que generen un ilusionismo, un mundo paralelo, para hacerle creer a la gente que la transformación educativa es una maravilla y que han hecho cosas increíbles en este en este tiempo, cuando en verdad lo que están haciendo es tomar las cosas que ya habíamos logrado y cambiarles el nombre.

Dejá tu comentario

Forma parte de los que luchamos por la libertad de información.

Hacete socio de Caras y Caretas y ayudanos a seguir mostrando lo que nadie te muestra.

HACETE SOCIO