“Tengo miedo tengo noche
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Todas las generaciones pasaron por mí
Todas las especies”
Selva Casal
Raro este pensamiento, o por lo menos inquietante; y sin embargo mucho más frecuente de lo que se puede suponer. Vivir es peligroso, porque la vida contiene locura, enigma, fugacidad y muerte. Así lo consideró Selva Casal, la gran poeta uruguaya, que partió el 27 de noviembre a otra región de luz y de misterio. Dijo en una entrevista, unos años atrás, que “la infancia sustenta a la poesía; allí es permitida la locura en el buen sentido de la palabra; la locura para nuestro íntimo equilibrio. Tomada así, la infancia es la propulsora, pero luego, en el transcurso de vivir, se va enriqueciendo por los estados de conciencia, por las situaciones límites que alcanzan a todos los seres por no saber si lo que se hace tiene algún sentido. Hay un tiempo perdido en el aprendizaje; cuando llegamos a saber, ya ese mundo se vuelve ceniza y no tenemos tiempo y la falta de tiempo interior también es una limitación pero a la vez afina el sentido de la realidad, y podemos escribir con mayor sosiego y serenidad. Me habría vuelto loca si no hubiese escrito, porque la poesía, en mi caso, fue una forma de relación”.
Nacida en 1927, fue abogada y docente, además de poeta, y ejerció una tenaz y firme militancia social y política en pro de la justicia y de la verdad, bajo todas sus formas. Es una de las fundadoras del Frente Amplio y del Frente Izquierda de Liberación (FIDEL). Integró asimismo el Comité Bartolomé Hidalgo y, por el contenido de algunos de sus poemas fue destituida durante la dictadura militar de su cargo docente, como otros tantos valientes intelectuales de nuestro país, que combatían contra el abuso y el crimen organizado desde sus propios lugares, talentos y saberes.
Entre sus obras publicadas cabe mencionar Arpa (1958), Días sobre la tierra (1960), Poemas de las cuatro de la tarde (1962), Poemas 65 (1965), Han asesinado al viento (1974), No vivimos en vano (1976), Nadie Ninguna Soy (1983), El infierno es una casa azul (1999), Mi padre Julio J. Casal (ensayo documental, 1986), Los misiles apuntan a mi corazón (1988), El infierno es una casa azul (1993), Vivir es peligroso (2001), El grito (2005), Ningún día es jueves (2007), En este lugar maravilloso vive la tristeza (Estuario, 2011), Biografía de un arcángel (Estuario, 2013).
Se ha dicho muchas veces que Uruguay es un país de mujeres poetas, y en buena medida es cierto; pero lo fundamental, lo trascendente, es preguntarse por qué y de qué manera se agita tanto el signo poético entre nosotros, cuál es la contribución última de la poesía y en especial, cuál ha sido la de Selva Casal. En tal sentido dice Martin Heidegger, en referencia a la poesía de Hölderlin, y tomando algunas de sus frases, que el lenguaje es el campo del «más inocente de los bienes», pero también del “más peligroso de los bienes», dado que en él se manifiesta la propia esencia humana, la del hombre como heredero y aprendiz de todas las cosas. El peligro ocurre allí mismo, agregamos, porque todas las cosas están en perpetuo conflicto. Esto es lo que descubrió tempranamente Selva Casal, y esto es lo que une y reúne en su poesía: el conflicto y su impacto, el caos y la serenidad, la pertenencia y la intimidad, la belleza y el espanto que emanan de las cosas.
Así surge de una entrevista que le realizó Alicia Preza, en el año 2012. En esa ocasión dijo Selva que “el poema puede escribirse sin lápiz y sin papel (…) en la poesía no es posible mirar las cosas sin crearlas, vivirlas sin destruirlas, en ella hay que nacer y morir constantemente, sin tregua, sin pausa”. Y agregó, precisamente en referencia a la fatalidad del amor y la destrucción (que son, en el fondo, las dos caras fundantes de la fugacidad): “El poema “yo viví en este mundo” responde a la certidumbre de que vivimos en un mundo demencial. Es que en el fondo todo es abismal. La poesía no escapa a esta realidad. Es cierto, nos aferramos al recuerdo, pero este está destinado a desaparecer, de ahí nuestra angustia. Vivir, mirar, y no ver más que niebla. Entonces aparece el recuerdo, recurrimos al absurdo, nos abrazamos al hechizo, a ese poder irracional, a esa vehemencia. Constatamos que el lenguaje poético es un lenguaje sin palabras. Es decir “me valgo de las palabras pero después tiro las palabras”. La personalidad del poeta se esfuma. Ahí el poema que es invención, ya que inventar es la función de la poesía, jamás imitar. Así como un pintor debe pintar las cosas como no son el poeta debe dar el mundo desconocido de las cosas. Las cosas son lo que no son”.
“Sé como la magnolia que un día sostuve entre mis manos
sin saber que ella era yo misma
te estoy hablando de la vida
porque si me hubieses conocido me hubieras amado
amándome está la hormiga esquiva en su secreto
amándome está el tigre de ojos dorados
y la luciérnaga”.
Fragmento del poema Como la lluvia a las ranas pequeñas, 2001
Dije antes que Selva Casal enarboló también a la poesía como estandarte de lucha social. Habló desde el ser vivo de la historia; escribió desde su propio yo contemplativo, pero de cara al acontecer cotidiano, el más nimio y el más brutal, en el que se inscriben los mayores peligros y amenazas, el engaño y el desengaño (y su correspondiente denuncia). Selva utilizó el lenguaje poético para crear el lugar abierto desde donde se visualiza esa amenaza, y asimismo para custodiar el ámbito puro de la palabra que designa al mundo y a sus objetos. En memoria a los mártires del Seccional 20 (ocho obreros comunistas asesinados por fuerzas militares, policiales y paramilitares en la madrugada del 17 de abril de 1972) escribió:
“Cristo es un hombre torturado
de la tortura de los hombres nace
sangrante
estamos acostumbrados
a verle así colgado
estamos acostumbrados
esta tortura me enamora
hoy me duele el mundo
el fuego las mañanas
estar viva”. (Fragmento de Cristo es un hombre torturado, del libro Los Misiles apuntan a mi corazón, 1987)
Como expresó en estos días el poeta y ensayista Ricardo Pallares, Selva “siempre hablará a la manera de textos memorables como «Los Misiles apuntan a mi corazón» o como lo hace desde libros insoslayables, como «Ningún día es jueves». Y repetirá que no sabemos por qué hasta vivir es peligroso. Peligro de altura. Altura la de su nombre”.