Recibió al país como una de las naciones con menor deuda externa y lo entregó como el más endeudado en la historia del FMI y al borde del default. Menos de un año después, el gobierno de Alberto Fernández le da el primer respiro a Argentina con la renegociación de una parte importante de la deuda.
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Una de las mayores lecciones que aprendió, o que debería haber aprendido Argentina, es de lo que se trata una verdadera herencia maldita. Luego de tres períodos presidenciales, se alcanzó un nivel de vida apacible para la mayoría de la población, al tiempo que se dedicaba especial atención a los sectores más sumergidos. En pocos años las condiciones de vida de la gran mayoría de argentinos se vieron profundamente golpeadas al mismo tiempo que las arcas del Estado eran prácticamente saqueadas y empeñadas a organismos internacionales para que los recursos provenientes de ese endeudamiento fueran saqueados de vuelta.
Argentina debería haber pagado durante los próximos cinco o seis años US$ 32.000 millones; luego de las gestiones del gobierno Fernández-Fernández, ese monto se redujo a US$ 4.500 millones, lo que hace más llevadera la deuda para la nación. Por otro lado, en los nuevos títulos de canje, la tasa promedio quedó en 3,07%, lejos del 7% legado por el gobierno anterior.
Y es que las únicas promesas de campaña que cumplió Macri fueron las que les hizo a los fondos buitres que tenían todavía menos de 8% de la deuda argentina al final de la era Kirchner. Y cumplió tan bien que, de acuerdo con la diputada Fernanda Vallejos, la nación argentina no dio la pelea ni por dejar de pagar los costos, que terminaron siendo generosamente asumidos por el país.
Entonces, es la gran empresa la llamada a generar riqueza de forma espontánea por medio del trabajo, y que mientras más ricos sean los ricos, más trabajo van a generar. Para ello buscan lograr una sobreconcentración del capital en un solo sector, al tiempo que se permite que, igual que en Uruguay, ese gran capital sea llevado fuera del país, pero, además de eso, el poco capital que se queda termine libre de impuestos gracias a las políticas basadas en la letanía neoliberal.
Si algo dejó claro el modelo implantado por Macri, es que sí es posible acumular capital desproporcionadamente y no dejar prácticamente ningún beneficio a la nación, pues toda la carga del gasto social termina en los hombros de un Estado raquítico que termina derrumbándose ante las crecientes necesidades de las mayorías.
Argentina tuvo que recibir la pandemia en unas de las peores condiciones posibles, endeudada, con la pobreza rondando el 40% y la cifra de desocupados en los temidos dos dígitos y dos años continuos de recesión. Aún así, ha logrado manejar una situación que podía haber sido mucho más dramática debido a los impresionantes niveles de informalidad que por naturaleza se generan en los modelos neoliberales más rancios.
Sin lugar a dudas, no es fácil la tarea que llegó a las manos de Alberto Fernández, pero los pasos dados en esa dirección parecen alivianar ya un poco la carga. Gracias a la renegociación, fue posible convertir US$ 7.800 millones de la deuda a moneda local; el aire que entra en los pulmones de la nación argentina no es poco.
Claramente no se ve cerca el tiempo de cosechar frutos y volver a la tranquilidad de tener una población con cierto nivel de vida, algún ahorro y unas políticas sociales que puedan echar una mano a quienes más lo precisan.
Por ahora hay que sacar al Estado del hoyo donde lo dejó el gobierno anterior, mientras se avanza poco a poco en la consolidación de una administración que, de manera estructural, se prepare para evitar volver a llegar a este punto, para lo que se preparan leyes que cierren la puerta a la omnipotencia del Ejecutivo para asumir tales niveles de deuda externa e interna, en condiciones tan desfavorables y con costos tan altos.
El paso más importante, o uno de los más importantes, está por venir; se va a renegociar la deuda con el FMI, que no es lo mismo que los fondos buitres y otras entidades privadas, que solo van tras el capital a como dé lugar. El FMI es una entidad que tiene una razón de ser política y no solo financiera, puede que en el fondo esté el robustecimiento del capital para los poderosos, pero también está la consigna central de que esos poderosos lo sigan siendo. No solo se trata de que se acumule el capital, sino que siga en manos de los de siempre, decidir de dónde y cómo se genera ese capital.