Tianxia, literalmente “todo bajo el cielo” sería la expresión más adecuada para definir los alcances y hacer una interpretación despojada de prejuicios y estereotipos del Libro Blanco titulado "Una comunidad global de futuro compartido: Propuestas y acciones de China” publicado el 26 de setiembre por la Oficina de Información del Consejo de Estado de la República Popular China. Un documento que sintetiza las connotaciones políticas, ideológicas y culturales y los resultados concretos en el camino estratégico que recorre China para la “construcción de una comunidad de futuro compartido para la humanidad”.,
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Este concepto ha constituido la base de la visión del mundo del pueblo chino desde hace más de 3.000 años y predica , desde entonces, la "inclusión de todos”, la aceptación de las diversidades del mundo, y la dependencia recíproca armoniosa y gobernada por la virtud como medio para una paz duradera.
Es el "todo bajo el cielo” el que refleja la vocación global de la propuesta que incluye no solo todos los Estados sino todas las civilizaciones, etnias, religiones y también los elementos naturales de la tierra.
La Comunidad de destino compartido - el nuevo orden mundial con características chinas - debe ser interpretada como la nueva versión del concepto milenario de Tianxia, que exalta las cuestiones globales, multidimensionales (política, seguridad, economía, cultura y medio ambiente); que toma en cuenta la diversidad de civilizaciones, religiones, sistemas, ideologías, historias y tradiciones, en contraposición con la homogeneidad de valores y el pensamiento único que propugna Estados Unidos y sus aliados. Son precisamente estas premisas las que sustentan el nuevo tipo de relaciones internacionales hacia la creación de un nuevo orden mundial , de una gobernanza global con enfoque centrado en las personas, construyendo una comunidad de destino para la humanidad.
Esta concepción holística del mundo está imbuida por una serie de principios derivados del confucianismo que hace más de 2500 años predicó que «la armonía tiene un valor sin parangón», y recomendaba «conseguir prosperidad universal en todo el mundo» o «la unidad del hombre y la naturaleza»
“La comunidad de futuro compartido está enraizada en la distinguida civilización china y en la gran conducta de la diplomacia china» subrayó Wang Yi, ministro de relaciones Exteriores y miembro del Buro político del Partido Comunista de China, comentando las bases sobre las que se funda el documento.
La idea de una comunidad de futuro compartido para la humanidad fue expuesta por primera vez en marzo de 2013 por el presidente chino, Xi Jinping, en un discurso pronunciado en el Instituto de Relaciones Internacionales de Moscú, para ser luego insertado en 2018 en la propia Constitución como componente esencial del “Pensamiento de Xi Jinping sobre el socialismo con características chinas para una nueva era”.
En su recordado discurso de 2015, con motivo del 70 aniversario de las Naciones Unidas , Xi explicitó los cinco principales ejes de su propuesta: asociación política, seguridad, desarrollo económico, intercambios culturales y medio ambiente.
Desde entonces, esta vocación comunitaria para el futuro de la humanidad y el planeta ha sido el mantra que orienta la política exterior china y prácticamente no existe documento o intervención de sus autoridades en organismos regionales o internaciones, donde no sea mencionado esta audaz y renovadora (y también disruptiva) concepción de las relaciones entre estados y pueblos del mundo.
Durante seis años consecutivos la idea de un futuro compartido fue incluido en las resoluciones de la Asamblea General de las Naciones Unidas así como en documentos o declaraciones de mecanismos multilaterales como la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS) y los BRICS.
Sin embargo, una de las más altas expresiones del reconocimiento y apoyo de la comunidad internacional e la propuesta china fue la Resolución 43/21 del Consejo de Derechos Humanos de junio 2020 denominada“Promoción de la cooperación mutuamente beneficiosa en el campo de los derechos humanos”, donde se incluyen a texto expreso los mismos principios de equidad, justicia, cooperación y respeto mutuo que postula China para las relaciones internacionales y hace un llamado a “la construcción de una comunidad de destino para los seres humanos en la que todos gocen de los derechos humanos”.
El mismo Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres, ha reconocido que "el propósito de nuestra práctica del multilateralismo es construir una comunidad de futuro compartido para la humanidad".
«El libro blanco destaca que la comunidad internacional reconoce ahora ampliamente que la propuesta china no tiene nada que ver con el interés propio o el proteccionismo. Por el contrario, al presentar la visión de China sobre el curso del desarrollo humano, hace frente al pensamiento hegemónico de ciertos países que buscan la supremacía», señala el comunicado del Consejo de Estado que acompañó la presentación del documento.
En idioma chino, el primero de los tres ideogramas que componen la palabra “comunidad” significa “compartir" y no es banal que las primeras 13 palabras del documento subrayen que “en el universo existe una sola Tierra, el hogar compartido de la humanidad”.
Según su Libro Blanco, China aspira a construir un mundo de paz duradera. Convertir la seguridad absoluta para uno en seguridad común para todos. Construir un mundo de prosperidad común mediante una cooperación beneficiosa para todos. Significa decir adiós a la mentalidad de que el ganador se lo lleva todo, para pasar a compartir los logros del desarrollo. Debemos construir un mundo abierto e integrador mediante el intercambio y el aprendizaje mutuo.
“El objetivo no es sustituir un sistema o civilización por otro. Se trata más bien de que países con sistemas sociales, ideologías, historias, culturas y niveles de desarrollo diferentes se unan para promover intereses compartidos, derechos compartidos y responsabilidades compartidas en asuntos globales” señala uno de los pasajes más significativos del texto.
El respeto por las diversidades políticas, modelos de desarrollo, sistemas de gobierno e institucionalidad de cada uno de los países y, al mismo tiempo, el rechazo a la imposición de modelos y división del mundo en bloques según sistemas de gobierno, ha sido una de las claves del auge de la influencia china a nivel internacional y explica también que la gran mayoría de los países del Sur Global hayan colocado entre sus principales prioridades los vínculos comerciales con la República Popular y la apertura a sus inversiones.
Esa visión globalizadora y anti discriminatoria es la característica distintiva y, según las autoridades chinas, la que explica el éxito de la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI) (en inglés: Belt and Road Initiative, BRI) el mega proyecto de integración económica. financiera, y de conectividad terrestre, marítima, aérea y digital más importante de la historia y al cual ya han adherido las tres cuartas partes de los países del mundo y más de 30 organizaciones internacionales.
“La BRI es una iniciativa de cooperación económica, no de alianzas geopolíticas o militares. Es un proceso abierto e inclusivo que no apunta ni excluye a ninguna parte. En lugar de formar camarillas excluyentes o un “club de China”, su objetivo es ayudar a China y al resto del mundo a aprovechar las oportunidades y buscar el desarrollo común” se lee en el capitulo del documento dedicado a las contribuciones y acciones concretas que China ha emprendido para la consecución del objetivo “de una comunidad de futuro compartido para la humanidad”.
Según un reciente informe publicado por el Banco Mundial, la BRI, cuando se implemente plenamente, aumentará el comercio dentro de la BRI en un 4,1 por ciento. Para 2030, la BRI generará 1,6 billones de dólares en ingresos globales anuales.
La BRI, que este año celebra su décimo aniversario, es una calificada y exitosa demostración de que China no impone condiciones ni modelos a cambio de ayuda o inversiones y se presenta como el principal aliado para llevar adelante cambios estructurales, construyendo, carreteras, terminales portuarias, centrales nucleares y vias férreas, con el objetivo de reducir la brecha en materia de infraestructuras, desarrollo logístico, comunicaciones y conectividad entre las economías más desarrolladas y las emergentes.
La Franja y la Ruta es también una explicación del por que el fortalecimiento de China ha sido proporcional al crecimiento de sus relaciones con los países del Sur, frente a los cuales , según el Libro Blanco “China como el país en desarrollo más grande del mundo y miembro del Sur Global, ha hecho todos los esfuerzos posibles para ayudar a otros países en desarrollo y ayudar a los países receptores a ampliar su capacidad de desarrollo”.
Es por demás evidente que al presentarse como una alternativa al liberalismo como modelo único de desarrollo, China ha despertado un gran interés entre aquellos países que han visto que el modelo tradicional es incapaz de fomentar el crecimiento y un desarrollo economico más justo, equitativo y sustentable.
El documento reserva partes importantes para expresar el diagnostico de Beijing sobre la coyuntura actual.
“Las dificultades de desarrollo se están incrementando. La recuperación económica mundial es lenta y el unilateralismo y el proteccionismo son rampantes. Algunos países están recurriendo a un enfoque de “patio pequeño, valla alta” para aislarse; están presionando para desacoplar, cortar y “eliminar riesgos” de las cadenas de suministro. Todo esto ha provocado retrocesos en la globalización. Al mismo tiempo, la pandemia de Covid-19 ha revertido el desarrollo global, exacerbando la brecha Norte-Sur, las fallas de desarrollo y la brecha tecnológica. El Índice de Desarrollo Humano ha disminuido por primera vez en 30 años. La población pobre del mundo ha aumentado en más de 100 millones y casi 800 millones de personas viven con hambre”.
Semanas atrás la secretaria del Tesoro Janet Yellen y el asesor de Seguridad Nacional Jack Sullivan, acuñaron la expresión “patio pequeño, valla alta” (una versión más acotada y edulcorada del “desacoplamiento” o “disminución del riesgo” pregonado por Occidente para sus relaciones con China) para justificar el reciente bloqueo impuesto por Biden a las exportaciones estadounidense de semiconductores avanzados y prohibiciones a los capitales norteamericanos de invertir en empresas tecnológicas chinas, especialmente en sectores estratégicamente importantes como los microchips., para “eliminar los riesgos” que supondría China para la seguridad nacional de Estados Unidos.
“La globalización no es una opción, es la realidad y cómo la vida es”, subraya el documento chino.
El libro blanco debe ser leído como la propuesta teorica y practica de China para afrontar las profundas transformaciones y los cambios radicales en las relaciones internacionales, el comercio, las finanzas, las tecnologías; cambios que según Beijing “no tienen precedentes en los últimos cien años”. Dicho de otra manera: un nuevo paradigma para la nueva era que nos toca vivir.
Este documento es la carta de presentación de la República Popular como un actor global responsable para construir un nuevo orden internacional basado en los principios de cooperación y comprensión reciproca y pone el acento en la coexistencia pacífica y y la prosperidad compartida por todos los países”. Es también un rechazo frontal a la concepción tradicional de poder y supremacía, la división “democracia contra autoritarismo” y las alianzas basadas en bloques políticos e ideológicos.
“Esta es una era de promesas y una era de desafíos. En otra encrucijada más de la historia, tenemos que elegir entre unidad y división, entre apertura y cierre, entre cooperación y confrontación. Dado que están en juego los intereses generales de la humanidad, esta elección pone a prueba la sabiduría de todos los países”.
Así se ve el mundo con ojos achinados.
El equivalente al Libro Banco chino sería el documento “Estrategia de Seguridad Nacional” publicado hace casi un año por Washington.
Allí, el binomio Biden - Harris, propone como ejes principales de su política exterior “invertir en las fuentes subyacentes y las herramientas del poder y la influencia estadounidenses”; “construir la coalición de naciones más sólida posible”; “profundizar la cooperación con las democracias que son centrales a nuestra coalición”; “modernizar y fortalecer a nuestras fuerzas militares con el fin de prepararlas para la era de la competencia estratégica”.
Para Washington el “desafío estratégico más apremiante que enfrentamos ……son los poderes que combinan la gestión autoritaria con una política exterior revisionista”.
Sin duda para Biden el abanderado de esa “politica exterior revisionista” es la República Popular China “el único competidor que tiene la intención de remodelar el orden internacional y, cada vez más, el poder económico, diplomático, militar y tecnológico para hacerlo”.
Por ello el documento le dedica un capítulo entero a alertar de los peligros que comporta el crecimiento de China y la estrategia para contenerlo. Mientras Estados Unidos no aparece ni una sola vez en las 12.956 palabras del Libro Blanco, el documento de seguridad estratégica de Washington, China es mencionada 143 veces. El texto de la propuesta china en ningún momento hace referencia a sus fuerzas armadas. Para Estados Unidos “modernizar y fortalecer a nuestras fuerzas militares con el fin de prepararlas para la era de la competencia estratégica”, es uno de los tres principales objetivos a alcanzar en sus relaciones con el resto del mundo.
Así se ve el mundo con ojos de la Casa Banca.