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Columnas de opinión | economía | China | crecimiento

China

Crece la economía y también las incertezas

En los primeros seis meses del año el Producto Interno Bruto aumentó un 5,5% en comparación con el mismo período de 2022.

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Según las cifras dadas a conocer este lunes por la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE), en términos interanuales, en el segundo trimestre la economía china creció un 6,3%, el ritmo de crecimiento anual más importante desde el segundo trimestre de 2021.

En los primeros seis meses del año el Producto Interno Bruto aumentó un 5,5% en comparación con el mismo período de 2022. Y por sectores, el primario creció un 3,7% interanual entre enero y junio; mientras que el secundario y el terciario se incrementaron en un 4,3% y un 6,4%, respectivamente.

Esta tasa de crecimiento es más rápida que la del 3 por ciento del año anterior y la de crecimiento promedio del 4,5 por ciento durante los tres años de la pandemia, lo que la convierte en la más rápida entre las principales economías mundiales.

Los nuevos datos divulgados confirman lo anticipado por el primer ministro chino, Li Qiang, en su discurso del 27 de junio durante la 14ª Reunión Anual de los Nuevos Campeones que organiza el Foro Económico Mundial en la ciudad septentrional china de Tianjin.

"China espera lograr su objetivo de crecimiento de este año, de alrededor del 5%. En el segundo trimestre, el PIB crecerá a un ritmo más rápido que en el primero", creando "oportunidades para la recuperación económica mundial” había asegurado Li.

Según el gobernante, "tenemos plena confianza en poder impulsar la economía china hacia un desarrollo de alta calidad y trazar una senda estable y sostenible a largo plazo”.

Para las autoridades de la ONE, “en términos generales”, el desarrollo económico había “vuelto plenamente a la normalidad”, aunque alertó que “debemos ser conscientes de que las circunstancias políticas y económicas internacionales son complejas y los cimientos para una recuperación sostenida a nivel nacional aún no son sólidos”.

Por su parte y mientras las inflación media de los países de la eurozona es del 6% y la de Estados Unidos supera el 5%, en la República Popular el índice de precios al consumidor quedó congelado en el 0% interanual, su tasa más baja en 28 meses.

Al mismo tiempo, cuando las tasas de interés en Europa y EEUU siguen subiendo, el costo del dinero en China tiende a disminuir y recientemente el Banco Popular de China (central) redujo 10 puntos básicos los tipos de interés de referencia.

Economía que crece, precios que disminuyen, tasas de interés en baja, si lo comparamos con los países occidentales, la situación china se asemeja a un cuento de economía ficción o El Dorado del Cándido de Voltaire.

Sin embargo, desagregando las cifras por sectores y analizando la evolución de los principales indicadores, la realidad comienza a teñirse de gris y los analistas ya comienzan a dudar sobre si el gigante asiático será capaz de cumplir con su objetivo de crecimiento anual, que el gobierno fijó en un “modesto” 5% para 2023.

No obstante, en el período de abril a junio, el Producto Interior Bruto de China aumentó un 0,8%, tres décimas por encima de lo vaticinado por los expertos. El dato publicado por la ONE evidencia un enlentecimiento del crecimiento en términos intertrimestrales, frente al incremento del 2,2% que se observó los tres primeros meses de 2023.

A lo anterior hay que agregar que el crecimiento del 6,3% interanual del segundo trimestre es comparado con igual período de 2022, que estuvo decididamente condicionado por las severas restricciones, confinamientos, cierres de fábricas y comercios para combatir la propagación de la contagiosa variante ómicron.

Los duros controles contra la pandemia fueron levantados recién a finales del año pasado y a partir de entonces dio inicio una importante recuperación económica que ha ido perdiendo progresivamente vigor por un debilitamiento de la demanda interna y externa, una reducción de la inversión privada, la débil actividad inmobiliaria y la falta de empleo entre los jóvenes de 16 a 24 años que alcanzó un nuevo máximo del 21,3% al cierre del mes pasado, un aumento en comparación con el 20,8% registrado en mayo.

Otra señal de alarma son las ventas minoristas que crecieron en junio un 3,1%, lo que supone una brusca desaceleración respecto al aumento del 12,7% registrado en mayo.

Al enfriamiento del consumo nacional debe agregarse un descenso de la demanda proveniente del exterior debido fundamentalmente a las altas tasas de inflación en buena parte del mundo desarrollado y a las perspectivas de recesión, así como a la normalización pospandémica de los patrones de consumo a nivel internacional que, entre 2019 y 2022, había aumentado la demanda de bienes chinos de casi un 40%.

Para la Administración General de Aduanas, el valor de las exportaciones en dólares se desplomó el mes pasado un 12,4% interanual, frente la caída del 7,5% de mayo y del 10% que calculaban los analistas.

Del frente inmobiliario tampoco llegan buenas noticias. En el primer semestre, la inversión en promoción inmobiliaria cayó un 7,9 %, superando 7,2% registrada hasta mayo y acumulándose a la del 10% experimentada en el global del año pasado. Durante décadas la “industria del ladrillo” ha sido uno de los motores del espectacular crecimiento de la economía china cuyo peso sobre el PIB nacional, sumando sectores vinculados directa e indirectamente, llegó a representar 30% del total del producto.

Por último, otro factor que despierta la preocupación de las autoridades chinas es el riesgo de deflación de sus precios industriales, que, según la ONE, en junio experimentaron su noveno mes consecutivo de contracción al bajar un 5,4% interanual, el mínimo de los últimos siete años.

Por definición, la deflación es una caída generalizada de los precios, lo contrario a un fenómeno inflacionario y es sin duda un beneficio para las familias porque aumenta su poder adquisitivo.

Sin embargo, detrás de la reducción de precios o su estancamiento hay un fenómeno negativo: la debilidad del consumo y de la demanda externa y de las inversiones.

Para el resto del mundo el impacto de una deflación en China tendría también efectos ambivalentes.

Por un lado, una baja de los precios significa un “descuento chino” para los miles de millones hombres y mujeres que en todo el mundo consumen productos made in China. Por otro, la caída de los precios chinos exacerba la competencia contra nuestros productores en aquellos sectores en los que competimos con la industria china. Dicho de otra manera, que China “exporte deflación” es un alivio a la inflación de los países que la “importan”, pero al mismo tiempo una carga para el crecimiento de sus economías.

Evidentemente, luego de un prometedor inicio de año, la recuperación pos covid-19 de la economía china parece haberse ralentizado y el gobierno prepara una batería de estímulos tales como una política monetaria más flexible y medidas específicas de apoyo fiscal para sectores clave como el inmobiliario y el de la construcción. En esta dirección, el aumento del 7,2% interanual durante el primer semestre en la inversión pública en infraestructura -empleada habitualmente por Beijing para espolear la economía- refleja esa voluntad de las autoridades de encontrar incentivos, aunque este gasto está siendo limitado por las preocupaciones sobre la alta deuda pública.

Las dificultades que enfrenta la economía china no pueden ocultar su fuerte resiliencia y su desarrollo sostenido. China sigue siendo una de las principales economías de más rápido crecimiento y el mayor contribuyente al crecimiento económico mundial.

Según las previsiones del Fondo Monetario Internacional, este año contribuirá con alrededor de un tercio del crecimiento económico mundial y en los próximos cinco años su contribución alcanzará el 22,6% del crecimiento total del PIB mundial, el doble que Estados Unidos.

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