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Columnas de opinión | Lacalle | Vázquez | Estado

Tecnología de Estado

Las diferencias entre Vázquez y Lacalle

El modo de gestión de Lacalle Pou fortaleció la figura presidencial y, en especial, favoreció al Partido Nacional.

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-Buena suerte en la tarea. No va a ser fácil.

-Creo que no. Contame que pensás.

-Lacalle no tiene experiencia de gestión en el Estado. Y de los partidos coaligados, el único que la tiene es el Partido Colorado y tiene una presencia muy menor.

-Eso es verdad.

-Además, la izquierda ha hecho de la Intendencia de Montevideo un laboratorio de gestión. Desde la asunción de Tabaré Vázquez en 1990, se adquiere experiencia de gestión. La izquierda tiene tecnología de Estado y ustedes no.

-Eso Luis lo sabe claramente.

-Buena suerte.

Palabras más, palabras menos, este diálogo se registró al inicio del gobierno de Luis A. Lacalle con un amigo que iba a integrarse al elenco gubernamental.

Eran los días de pandemia y zozobra. Lacalle se instaló con una mirada nítida acerca de cómo gestionar el gobierno: cada ministerio con su autonomía y él dirigiendo las grandes líneas del gobierno. Lacalle se fue afirmando en ese modelo a la luz de los éxitos comunicacionales que iba obteniendo en la pandemia. Los dos años críticos en materia de salud fueron superados y desde Torre Ejecutiva se diseñó una estrategia comunicacional muy eficaz, bajando Lacalle al territorio en permanentes salidas. Casi diariamente, el mandatario respondía y responde a los medios sobre diversos temas en un ejercicio que ofrece “transparencia y cercanía”. Lo hace bien; es virtuoso en ese sentido.

Pero, ¿qué pasa con la gestión del gobierno?

Presidencialismo

Lacalle optó por un acentuado presidencialismo en las grandes líneas, dejando libre a los ministros, con amplia autonomía, hasta que no afectara al presidente.

La dinámica de gestión fue la siguiente: agenda con cada uno, “pico a pico” (como en el truco) y nada de involucrar a todos en los temas de los demás. Este método mantiene “aislados” a los ministros en cada cartera, con escasa o nula relación transversal. El presidente es el único que sabe lo que hace cada área; está informado por vías formales e informales. Desechó la dinámica transversal que permite la reunión del Consejo de Ministros. Este método presidencialista de trabajo ha generado insólitos cruces entre protagonistas porque no están enterados de lo que hace el colega. No hay transversalidad y los temas están encapsulados en cada área. La reunión de este viernes en Anchorena del Consejo de Ministro con el presidente Lacalle es la tercera en tres años.

El modo de gestión fortaleció la figura presidencial y, en especial, favoreció al partido Nacional. Y una de las señales que parece haber seducido a buena parte de la ciudadanía es que ese presidencialismo acentuado, puede leerse como “eficacia en la gestión”. “Este tipo manda”, es el mensaje del ejercicio presidencialista a un sector de la ciudadanía que busca “ejecutividad” y menos “diálogo”. Los niveles de aprobación que posee Lacalle bien pueden explicarse, en parte, por esta dinámica.

Sin embargo, detrás del escenario, el gobierno presenta fuertes debilidades como consecuencia de la ausencia de transversalidad. El caso del manejo de la crisis del agua es tan solo un ejemplo de esa falta de tecnología de Estado.

El método Tabaré

Cuando Tabaré Vázquez llega a la Intendencia de Montevideo, instituye los acuerdos de gabinete. Los lunes, Vázquez reunía a todos los directores, se analizaba la marcha de las diferentes áreas, se mapeaban los problemas y se definían tareas de corto, mediano y largo plazo.

La secretaria de Vázquez, Nancy Rey, resumía los principales temas y preparaba un ayuda-memoria que en general Vázquez no leía porque tenía un registro claro de todo lo que estaba pasando. En el transcurso de la semana, se iban monitoreando los trabajos y eventualmente llamaba al responsable de alguna área para ajustar o saber en qué andaba. Toda esa dinámica se realizaba promoviendo el diálogo y -a partir de ese ejercicio- el convencimiento colectivo del rumbo. Dejaba hacer, pero no perdía las pistas. Dejaba hacer y si alguno no cumplía con las metas, lo llamaba al orden o sencillamente dejaba de confiar en él y lo alejaba del equipo de gobierno. Manejaba con eficacia una suerte de combinación de diálogo y ejecutividad; construcción del consenso con un tono en donde la mano de la autoridad aparecía cuando era necesario.

Cuando el Frente Amplio gana las elecciones nacionales en 2004, Vázquez instala el mismo método de trabajo: Consejo de Ministros los lunes, con agenda previa -firma de los acuerdos con cada uno- y luego habilitaba la reflexión y el intercambio sobre los principales temas cuando la situación ameritara. (Un dato: a cada ministro se le pedía el celular y se guardaba afuera de la sala de reunión. Lo retiraban cuando se iban de la Torre Ejecutiva. Vázquez no quería que se filtrara nada de esas reuniones. Los ministros trabajaban con esa libertad). Todos sabían en qué andaba el otro. Es más: en esos encuentros se producían acuerdos interministeriales. En general, Vázquez escuchaba a todos en esa fase de la reflexión -les pedía encarecidamente que fueran claros y concretos- y luego efectuaba una síntesis que contenía su visión sobre el problema. Como en la intendencia, Nancy Rey realizaba una suerte de acta; probablemente esos documentos estén aún en alguna computadora de Torre Ejecutiva.

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