Casi en forma contemporánea con Pichón Rivière, Jacques Lacan exploró la cuestión de la “identidad” desde la estructura inconsciente del bebé. En ese ejercicio analítico de un bebé, Lacan arriba al “estadio del espejo”. Así describe una fase crucial en el desarrollo psicológico del niño, aproximadamente entre los 6 y 18 meses. Durante esta etapa, el niño se reconoce por primera vez en un espejo como una totalidad unificada, superando la sensación de cuerpo fragmentado. El espejo de Lacan devuelve un todo, una imagen simbólica del todo. Se reconoce esa imagen que se vuelve fundante de su identidad.
El espejo de Orsi
El asunto se complica un poco más cuando el individuo o miles de individuos poseen una misma “huella emocional”, elemento enormemente trascendente en esta época en donde el “discurso del odio” potencia emociones a nivel global, instalando una lógica emocional de un lado y del otro del discurso tóxico.
Parece claro que la "huella emocional" (o “imprint emocional”) refiere a las marcas o trazas que dejan las emociones en la persona, en el comportamiento y las estructuras políticas. En el contexto político, esta huella representa cómo las experiencias afectivas —como el miedo, la rabia, la esperanza o el orgullo— moldean las actitudes personales, las percepciones colectivas, las decisiones electorales y las dinámicas sociales (las redes las exponen como nunca antes).
El Frente Amplio posee (aunque está en aparente discusión) una "gramática emocional" (¿o es un “espejismo”?) que galvaniza a los adherentes, al núcleo duro y adyacencias. Más allá de esos territorios, el lazo emocional es diferente y menos vinculante, aunque reconoce la existencia de “claves fundantes”. (Están en tensión algunos elementos de esa identidad histórica. Por ejemplo: el gobierno de izquierda se opone al impuesto al 1 % de altos ingresos y se opone a emplear la palabra “genocidio” en el caso Gaza; esta palabra parece controvertir la tradicional “solidaridad con el pueblo palestino”). Está pasando, según algunas mediciones, que la narrativa actual del Gobierno de izquierda está sintonizando con otras sensibilidades de la ciudadanía. En términos groseros se podría decir que se pierde por la manga izquierda y se gana por la manga derecha.
Es necesario advertir que la “huella emocional” no es neutra. Puede fortalecer la cohesión social o, por el contrario, profundizar divisiones cuando se basa en emociones negativas como el resentimiento, la exclusión o el ninguneo (los frenteamplistas críticos —que se oponen a la línea del Gobierno— son “terraplanistas”, dice una vocera de la fuerza política).
Parece claro que, en política, las emociones no son solo reacciones individuales, sino elementos clave en la participación colectiva. Hay estudios que destacan que las emociones sociales (como la solidaridad en movimientos) y personales (como el entusiasmo en campañas) influyen en la acción política, desde movilizaciones hasta votos.
Es necesario explorar acerca de cuál es la imagen que el espejo de Lacan le devuelve al presidente Orsi, sabiendo —como José Mujica sabía— que cuando los lazos emocionales se deterioran, la reconstrucción —si fuese necesaria— se torna compleja y no alcanza con el “¡vamo arriba!”. Además, Mujica ya no está.