«El único héroe válido es el héroe en grupo,
nunca el héroe individual, el héroe solo»
Héctor Germán Oesterheld. Prólogo a El Eternauta
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Hacía frío en Vicente López. El chalecito del barrio pegado a la capital argentina tenía las ventanas cerradas. El dueño de casa jugaba al truco con sus amigotes; en yunta con Favalli, profesor de Física, apasionado de la electrónica y de su velerito amarrado en Olivos, acababa de perder un partido cuando el ruido lo suspendió todo. Los ganadores de la partida interrumpida eran Lucas Herbert, empleado de banco y otro “loco de la electrónica” y Polsky, un jubilado que usaba la buhardilla de la casa para armar violines. Los cuatro disfrutaban de sus vidas sencillas y aprovechaban la gentileza de Salvo para entretenerse con sus hobbies. Elena, la dueña de casa dormía abrigada, igual que Martita, hija del matrimonio. Afuera, empezaba a nevar…
Juan, que así se llamaba el personaje principal de la historia, nunca pensó que sería uno de los héroes de historieta más famosos del mundo, menos aún que estaría condenado a “navegar” eternamente por el tiempo y el espacio y, mucho menos, que el dibujante y militante Montonero que parió su historia, Héctor Germán Oesterheld, sería emboscado, secuestrado y desaparecido en la ciudad de La Plata el 27 de abril de 1977. De saberlo, es probable que le costase comprender que no fueron extraterrestres los que también secuestraron para siempre a las cuatro hijas de su creador, dos de ellas embarazadas, y a otros cinco familiares directos, todos también montoneros.
Pestes
Las ratas partieron desde Asia en tiempos remotos y hoy recorren el mundo entero restándoles solo invadir sus polos; son objeto de rechazo desde que se concibió el fenómeno de “la peste”. Negra, inmunda, devastadora, atribuida en principio, cuando no, a “los judíos”, supuestos “envenenadores” de pozos de agua y, después, a las despreciables roedoras… aunque las pulgas están muy sospechadas por los que investigan de verdad, y hasta los parásitos humanos pelean en el laboratorio la responsabilidad de la muerte de decenas de millones de personas durante la Edad Media cuando, solo en Europa, se calculan más de 25 millones de víctimas fatales entre 1347 y 1352, cerca de un tercio de la población continental. Esa pandemia se prolongó durante siglos, tuvo rebrotes brutales como el de 1665-66 en Londres que se llevó puesto al 20% de los habitantes de la capital británica.
Pasan los siglos, se suceden los años, los cadáveres se apilan de a millones y el sistema produce, se reinventa y avanza, explota, margina, desiguala, y lo hace cada vez con mayor rapidez. La riqueza se concentra en cada vez menos cuentas (offshore) y genera grandes males, desde los desastres, que jamás son “naturales”, hasta esta pandemia económico-sanitaria que dieron en llamar Covid19, previa a la Covid20, la Covid21… Ese dispositivo global provoca desde el cambio climático y sus efectos negativos para los pueblos, la contaminación de mares y aguas que debieran ser para uso humano, hasta la falta de alimentos que llevan a la desnutrición y a la muerte a millones de chicas y chicos; desde el desempleo hasta la pobreza y la indigencia…
El “sistema” en realidad no es un abstracto. El concepto “capitalismo”, no logra ocultar a las corporaciones en las que se concentra la economía y que deciden políticas y guerras y estructuran y determinan, incluso, las decisiones del complejo industrial militar de los Estados Unidos. Tienen nombres concretos como los de Lockheed Martin, Boeing, Northrop Grumman, Raytheon, General Dynamics, Honeywell, Halliburton, BAE System. El profesor e investigador de medios de comunicación británico, Justin Schlosberg, enriqueció el concepto para definirlo como “complejo mediático-tecnológico-militar-industrial” e incorporar al dispositivo a “otra elite” en la que incluye a Apple, Microsoft, Google, Amazon, Linkedin, Facebook y otros pulpos del ramo.
En ese mundo, que no es de historieta ni de ciencia ficción, habitan las empresas transnacionales y los grupos económicos oligárquicos que, en cada país, controlan la producción de alimentos, se meten en todos y cada uno de los componentes de la cadena del sistema agroalimentario industrial, producen e imponen transgénicos, deforestan a escala destructiva, amplían las fronteras agrícolas expulsando culturas, personas, plantaciones y especies animales autóctonas, controlan las agroexportaciones y el flujo de divisas… También tienen nombres y apellidos, como los de las estadounidenses Corteva (escindida de la DowDuPont) y Monsanto, Cargill, ADM y Bunge (de origen holandés), las alemanas Bayer y Basf o la suiza Singenta. Son socias, además, en la fabricación de virus en los grandes laboratorios internacionales.
En la Argentina, y con reserva de la escala, las corporaciones que controlan la vida económica y financiera del país ya intentan imponer condiciones para el tiempo que llegue después de los “días de gracia” concedidos a regañadientes a la pandemia. Podrían traducirse en nombres como Techint (acero), Pan American Energy Group (energía), Mercado Libre (compra venta digital), Cablevisión Holding (Grupo Clarín / Telecom, telecomunicaciones), Macro (finanzas), Grupo Financiero Galicia (finanzas), Pampa Energía (energía), Sociedad Macri (SOCMA, construcción, correo, basura). A ellos se pueden agregar los grupos que monopolizan, imponen su posición dominante sobre los consumos de la mayoría de la población, forman los precios de sus productos de manera usuraria y arrastran la inflación hacia las nubes. Entran en esta lista, por ejemplo, Molinos Rio de la Plata y AGD/Urquía (aceite), Blaquier (azúcar), Bimbo (panificados), Arcor y Kraft (galletitas), Mastellone y Sancor (lácteos), Unilever, Johnson & Son, Procter & Gamble, Reckit Benckiser (productos de limpieza), Carrefour, Cencosud S.A. (Jumbo, Disco y SuperVEA), Walmart, S.A, Importadora y Exportadora de la Patagonia y Coto (comercialización a través de super e hipermecados).
Barreras
Más que héroes de ficción, como Juan Salvo, por ciudades desiertas y sin ruidos que, de a poco empiezan a despertar, transitan personas que se parecen, por ejemplo, a una o un “Nadie”.
Sin apuro, buscan donde comprar alimentos, cigarrillos, algún diario…
La barrera suburbana está baja, suena la chicharra, el tren está lejos y viene despacio.
Desde atrás la voz pide 5 pesos, que “es lo que me falta para poder comer”.
Cuarenta, cuarenta y cinco años tendrá el hombre flaco, miserable, vestido de negro, con una rama para sostén de su renguera y venda sucia en muñeca izquierda; luce de sesenta. “Nadie” jamás colabora con quienes piden en la calle,
esta vez, virus, virus, contagio, peste, saliva…, menos que menos va a hacerlo.
Frenado frente a la barrera, se pregunta si ya empieza a transformarse en esa cucaracha solitaria, egoísta, que engendra o engorda el pánico, el racismo, el egoísmo, la inseguridad…, hijos todos de la peste.
Calcula que tiene uno de $10, lo busca, “tomá flaco, ojalá comas algo”.
Estira el brazo, y el billete también, alargado… hasta el último milímetro posible de distancia.
“Flaco” agarra, huele que lo quieren tener lejos, manda un “gracias” sin volumen, pasa y se apoya contra la barrera. Llega el tren, lento, lento.
De la ventanilla de la locomotora china asoman dos guantes blancos, se mueven con la gracia mímica de un Marcel Marceau.
El índice derecho apunta al de negro, gira de derecha a izquierda negándole “algo”.
Ahora apunta hacia un costado, las manos se abren, horizontales, las palmas se separan diez…, quince centímetros, el índice vuelve a indicar dónde está “eso” que “sostienen” los guantes de látex.
La cabeza del observador ya está reseteada.
Pocos días de cuarentena y sus parámetros ya son los diseñados por la metralla de información, un poco verdadera, 80 por ciento falsa, redundante, inútil; entiende que el ferromimo indica donde hay “alcohol en gel”.
Flaco seguro vive en la calle, con la cabeza quemada pero no por el «SARS-CoV-2» que enferma de «COVID-19»,
levanta los hombros, se voltea y sale en la dirección exactamente opuesta a la señalada.
Frutilla de una torta de Fondo
Para la inmensa mayoría de los países de Latinoamérica y el Caribe, analizar la coyuntura sociosanitaria actual implica reconocer que la peste, epidemia, pandemia o, como quiera llamarse al “fenómeno”, no fue producida por el SARS-CoV2 sino que estaba instalada en cada uno de ellos antes de que el virus desembarcase en sus aeropuertos, puertos o fronteras terrestres. Era producto de las políticas económicas impuestas por los sectores de poder concentrado de la economía mundial.
Los virus llegaron después, antes ya se había instalado un modelo neoliberal financiarizado al compás de la batuta de un “Fondo Monetario Internacional” que controla Donald Trump a través del peso del 16,74% de los votos que le corresponden a Estados Unidos en el directorio del organismo y de su gran influencia sobre buena parte de los países restantes.
Para terminar de instalar su fábrica de hambre en la Argentina, el gobierno de Mauricio Macri se apoyó en el “ajuste” exigido por su Christine Madeleine Odette “Amada” Lagarde (en ese momento directora gerente del FMI). Juntos, le quitaron a la inversión presupuestaria, considerada por ambas partes como un “gasto” poco menos que contable, unos u$s 20.700 millones al cambio de ese momento. Una verdadera tormenta azotó la vida cotidiana del país, con empobrecimiento sin piedad de los sectores de la economía popular y desocupación y deterioro de la calidad laboral de los trabajadores “registrados”; pérdida del valor adquisitivo del salario, inflación galopante y con paritarias a la baja, aplastadas por el gobierno, con la complicidad de sectores gremiales; tarifazos impagables de todos los servicios básicos de la energía, el agua y el transporte; deterioro de la salud y la educación públicas y aumentos prohibitivos en sus versiones privadas; colapso de la producción de pequeñas, medianas y, también, de grandes empresas; profundización de la crisis de las economías regionales, deterioradas desde décadas atrás, bancarrota de la producción agropecuaria pequeña, mediana y familiar, hasta hundirla por debajo de los niveles de autosubsistencia…
Hasta ahí “la torta”. El gobierno constitucional que más daño causó en la Argentina en menor cantidad de tiempo dejó un país devastado; también arrasó la Salud Pública argentina; el presupuesto 2019 fue su tiro de gracia. La supresión del Ministerio de Salud de la Nación estuvo acompañada de la poda de recursos en áreas como Atención a la Madre y el Niño, Salud Familiar y Comunitaria, Prevención y control de enfermedades endémicas, Agentes del seguro de salud, Desarrollo de la atención médica, Planificación, control, regulación, estudios e investigaciones relacionados con la salud, Investigación y desarrollo de los laboratorios de producción pública, Emergencias sanitarias y por recortes al financiamiento destinado a hospitales públicos como el Posadas (13,9%) y el Baldomero Sommer (19,2% ) o a la Colonia Montes de Oca (18,7%); la inversión en Investigación y Desarrollo de Laboratorios de Producción Pública fue prácticamente eliminada. Por supuesto, tampoco quedaron respiradores, barbijos ni ninguno de esos elementos de protección que hoy se necesitan para enfrentar la enfermedad que golpea en los cinco continentes.
Sobre ese pastel fue que se apoyó el virus de la doble corona. Dólar más, dólar menos, el asesino microscópico atacó territorios socioeconómicos semejantes en toda la región.
Mercado
En segundos la señora Yun Wang saca el pollo de una de las jaulas de su puesto en el mercado.
Es zurda, con la mano izquierda y de un solo movimiento junta la cabeza del ave con sus dos patas, deja el cogote expuesto y usa la derecha para degollarlo de un tajo, fulminante, que no silenció el cacareo hasta varios segundos después. La sangre fluye sobre un balde plástico, salpica, hasta que la pieza termina en una olla con agua hirviendo y, después del remojón, la vendedora sigue con el desplume y ya, pega un golpe seco sobre el mostrador y deja su mercadería a disposición de centenares de compradores que van a buscar sus alimentos, como desde hace siglos sus antepasados lo vienen haciendo.
Caminar por los pasillos en medio de los gritos, los ruidos, olores e imágenes se juntan como en un caldero de mago… es como atravesar las bodegas del arca de Noé, un mundo que ni el mejor ilustrador fantástico podría inventar.
Se vende todo, vivo, muerto, entero, trozado; cocodrilos pequeños, perros, montañas de ratas peladas, puercoespines, carne de camello, marmotas, cachorros de lobos, avestruces, patos, serpientes, pavos reales, a veces hasta algún ciervito, salamandras, pescados, pulpos, murciélagos…
Mundo dado vuelta
El mundo dio una vuelta de campana. Los aviones viajan más rápido que las ratas, saltan más que las pulgas y llegan mucho más lejos. En días estalló la vida cotidiana de todos los humanos y en semanas el nuevo SARS golpeó en todo el mundo: al cierre de esta nota 187 de los 194 países soberanos reconocidos por Naciones Unidas estaban afectados, con los casos subiendo de manera acelerada hacia los tres millones y medio y el conteo de muertos por encima de los 230.000.
Las personas cambiaron sus hábitos, todas, sin excepción, y los gobiernos tomaron decisiones, todos, sin excepción. Al margen de los desmanejos de la comunicación, interesados o ignorantes, los números serios ya muestran efectos de las medidas que se tomaron, a tiempo o no, dentro de la irregularidad del patrón de comportamiento viral.
Sobre aquella base económica que recibió al coronavirus, las autoridades de cada país impulsaron medidas, o decidieron no hacerlo. Apoyados en (o limitados por) los niveles previos de inversión en Salud y su desglose en “pública” y “privada”, los gobiernos desarrollan un repertorio de medidas aplicadas con distintos grados de urgencia y hasta negadas por algunos. Entre ellas figuran la declaración de la emergencia, la políticas de aislamiento -con cuarentenas sugerida primero, obligatoria después- o la suspensión de clases. Existen políticas de aislamiento internacional, con diferentes fechas para los cierres parciales o totales de fronteras, cancelaciones de vuelos o navíos desde países críticos, y decisiones estratégicas de mitigación, como el mejoramiento y la ampliación de las capacidades sanitarias, aumento de camas, compra de insumos como respiradores o barbijos, creación de nuevos hospitales y de espacios transitorios de aislamiento. Se barajaron propuestas de nacionalización o de uso público de la medicina privada, medidas tan rechazadas por las empresas y los medios que acompañan sus intereses.
El cuidado social y el control sanitario nacional, con despliegue de FFAA en la calle, declaración del Estado de sitio o toque de queda y la penalización por incumplimiento de cuarentena, también forman parte de la serie de dispositivos que contribuyeron, o no, a controlar o mejorar la situación. Los países de “este lado del Atlántico” pudieron, por una vez, “ver el futuro” que les mostraban España e Italia y prepararse para la llegada de los momentos críticos del contagio comunitario o sus autoridades optaron por otras opciones, en medio de la falsa encrucijada de salvar miles de vidas o dejar que las poblaciones corran a su suerte, y sus infectados graves dependan del momento en que se lo retire del respirador para atender a un nuevo paciente.
Cisne negro
La respuesta a una crisis profunda, a un desastre sin comparación, un incendio devastador, una peste exterminadora, estrellan a quienes la gestionan contra el asiento vertiginoso de una montaña rusa, aunque algunos prefiriesen denominarla “china”.
Distintos líderes mundiales tiraron a la basura las doctrinas a las que se aferraban 5 minutos antes de que Beijing informase a la Organización Mundial de la Salud (OMS) -el 31 de diciembre pasado- sobre una serie de casos de neumonía en la ciudad de Wuhan, provocados por un virus “aún desconocido”. Con un curso acelerado de keynesianismo pidieron Estado, Estado y más Estado. Tres meses después, la mayoría de ellos ya les huelen falta de “democracia”, ausencia de “república” y mucho “totalitarismo” -para ellos fase superior del “populismo”- a las medidas de cuidado, a las epopeyas por salvar vidas y a los esfuerzos hasta la hernia por conseguir recursos.
La segunda discusión fue a partir de la falsa “opción” entre “economía” o “salud” que, en realidad, refleja la puja permanente entre la protección de las corporaciones concentradas y la vida, en especial de los sectores más vulnerables de la población que, ellos sí, de no recoger los mendrugos laborales del descarte, no llevan leche o pan a los ranchos, los cuartuchos o los aleros a la intemperie en los que viven con sus hijas e hijos.
En ese mundo dado vuelta, por el que no se debe circular, porque hacerlo es ofrecerse al monstruo diminuto y hacer que circule y se cuele en los pulmones de más y más personas y afecte a los más débiles y ancianos, muchas y muchos están (o estuvieron) en aislamiento. Sin embargo, no lo están las y los pobres, con sus penurias agravadas por la destrucción de 195 millones de puestos de trabajo en solo 3 meses (el 81% de la fuerza de trabajo mundial) según el cálculo de la Organización Internacional del Trabajo.
Catorce de esos millones viven en Latinoamérica y el Caribe, la región más desigual del planeta, donde un porcentaje muy alto de su población es empujada a vivir en la pobreza de los “barrios populares”, favelas, villas miseria, cantegriles, chabolas, arrabales… La cuarta parte del total habita esos barrios precarios. Dejaron su tierra, el campo, sus orígenes…, hoy sobreviven en el hambre y el hacinamiento y sus casas no pueden ser sitios de aislamiento. Algunos gobiernos no lo entienden, otros sí, y se asocian con organizaciones de las propias comunidades para convertir al barrio entero en refugio, contención, protección de sus habitantes, centros de salud y de alimentación.
Montadas sobre esos juegos de vértigo y metal, las dirigencias de cada país están metidas hasta las coronillas de sus calvas, pelambres o pelucas en los barros de la pandemia; muestran sus ignorancias, la desfachatez de sus planes de control, mundial o nacional, de obtener ganancias en medio de los entierros masivos o, peor, de cadáveres putrefactos en pleno centro del ombligo capitalista del mundo. Las corporaciones seguirán lucrando, además de “matarse” por encontrar “la fórmula” que, más que proteger a los pueblos, vuelva a multiplicar sus ganancias. Cabe señalar que dicha receta no es precisamente el hipoclorito de sodio con el que Donald Trump mandó a intoxicarse a un montón de sus votantes anestesiados de ayer y de hoy.
Desde que la peste es peste – sea la Antonina (165-180 EC) o la de Justiniano (541-542 EC)-, la pelea es tan desigual que está perdida antes de su comienzo. Sin embargo, se le pueden arrebatar muertes, muchas y, quizá, alguna enseñanza, nuevas capacidades de respuesta y modelos de decisiones oportunas. En los meses que vienen habrá invencibles que pierdan elecciones, poderosos que quedarán al filo del abismo y, también, sobrevivientes que deberán remar en el pastoso dulce de leche de un futuro que será más difícil que el mundo conocido hasta hace solo tres meses.
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Nota: El autor comenzó esta nota a los pocos días de declarado el aislamiento obligatorio y preventivo en la Argentina, el viernes 20 de marzo del año en curso a las 0 horas. Por motivos que escapan a su comprensión no logró terminarla en sus tiempos “normales” de redacción, es decir, dos o tres jornadas. Recién el viernes 1° de Mayo, “Día del Trabajador” (“y de la Trabajadora”, debería agregarse) decidió darla por concluida, intercalando al Eternauta y algunos de los dibujos de su edición original pertenecientes al historietista Francisco Solano López. Cosas pasaron en el mundo en esos cuarenta días; en su caso personal, por ejemplo, se transformó en “voyeur digital” de una ciudad que podrá no ser la más linda del mundo pero, sin lugar a dudas, es única: Venecia.
Algunos de sus hoteles ligaron sus cámaras web a una “rolling cam” compartida y las dejaron abiertas al mundo para mostrar, en tiempo real, sus maravillas, al compás de las cuerdas barrocas que repiten en un sinfín mágico composiciones de sus Albinoni, Marcello o Vivaldi. Tras descubrir el sitio (https://www.youtube.com/watch?v=ph1vpnYIxJk) el cronista no lo sacó más de su computadora. No abrió ninguno de los dispositivos musicales de la PC, trabajó a toda hora acompañado de esa música; cada tanto, picaba en la pestaña que lo transportaba hasta esa magia. Vio atardeceres tras el Campanile, observó cómo el Puente del Rialto encendía sus luces tricolores al anochecer. El 28 de abril se sorprendió ante las banderas italianas que colgaban de muchos balcones, sin saber que conmemoraban los 75 años de la caída del fascismo con el juicio y ajusticiamiento de Benito Mussolini por parte de los partisanos, aquellos héroes que cantaban el “Bella Ciao” que, por estas tierras contemporáneas, reinstaló “La Casa de Papel”. Comprobó que mientras en alguno de los barrios de “La Serenísima” caía una lluvia de primavera, en otros el sol calentaba a los escasísimos transeúntes, por ventanitas con luces nocturnas se metió en habitaciones que deberían ser un manjar para escritores policiales, erotómanos o fabuladores de calañas variadas y en una de las jornadas recientes se sorprendió porque registró el paso de más gente que otros días.
A Venecia no llegaron cisnes rosados ni delfines, en realidad, filmados en Cagliari, pero se le transparentaron las aguas canaleras y hoy disfruta con la visita de peces y medusas. En medio de la muerte, el renacimiento de especies, los recorridos deliciosos de animales que “regresan” a su hábitat o conquistan espacios nuevos, la desaparición de las capas de smog o la disminución del “agujero de ozono” son formas en que, por contraste, el planeta Tierra muestra el daño que le producen los mecanismos de producción actuales. En semanas, las aguas venecianas volverán a opacarse, los pingüinos irán a sus pingüineras, la cumbre del Himalaya volverá a desaparecer… Las chimeneas de la destrucción habrán vuelto a encenderse.