¿Cómo surgió la idea de elegir el diario íntimo de una mujer como eje narrativo para abordar el impacto de la dictadura?
La obra es de Sandra Massera, la autora rescató su diario íntimo real de aquellos años. La historia comienza en el año 1969 y termina en el 2026. El punto de partida es un cuerpo de texto real, el diario íntimo de una joven en dictadura. Esta obra se estrenó por 2008-2009 y la actriz era la propia autora. Era un unipersonal. La obra propone en su texto que esté rodeada de muñecos. Y la directora de aquella versión es la actual actriz de la obra, Lila García. Entonces, con el paso de los años y ante el advenimiento del aniversario de los 50 años del golpe de Estado, me propuso que quería interpretarla ella. Acepté, pero le dije que queria hacer una versión mía, ya que me he dedicado a hacer teatro de autor, a dirigir mis propios textos y escribir durante los procesos con los actores y las actrices. Le dije que en mi version no iba a estar sola y que no iban a haber muñecos. Entonces, en la actual versión, está Constanza Ripoll, la otra actriz del elenco, que hace un complemento etario y físico. Ella está en lugar de aquellos diferentes personajes que estaban representados por muñecos. Puede ser ella misma o puede ser otras. A veces es un espejo, y otras veces no. Finalmente, lo que era una unipersonal en su origen, en esta versión está interpretado por dos actrices. En el diseño del vestuario, de Vladimir Bondiuk Petruk, se trabajó la aparición de la figura femenina, pero también de las botas militares. El diseño de luces es de Rosina Daguerre.
¿Y qué más nos poder contar sobre la obra?
Es una revisión con perspectiva de género de una época, en la voz de una mujer, cuando la mayoría de las historias sobre la dictadura son contadas desde la voz masculina. Además, en este caso, se trata de la mirada de una mujer a la que, entre comillas, como dice el personaje, no le pasó nada. Es decir, es la voz de la gente que no estuvo implicada en riesgos, aunque luego se comprueba que tuvieron afectaciones enormes, aunque no estuvieran participando de la militancia activamente. Tuvieron afectaciones como toda la población que está bajo un gobierno de dictadura. Considero que es una perspectva interesante para contar la historia reciente. Se trata de revisionismo, memoria, verdad, justicia, y todos esos conceptos que implican una mirada hacia un pasado político doloroso. Creo que la contemporaneidad necesita que esta temática llegue a los barrios. Ha generado una respuesta muy emotiva de mucha gente.
Es una obra que por momentos te hace sonreír, o sea, no va por el lado del panfleto, sino por el lado de la oralidad, de la historia personal. Y la vida misma tiene eso, pasa del humor al dolor. No es una comedia, por supuesto, pero es una obra con un tema ya trillado, de la que se podría esperar esperar un cliché. Sin embargo, esta perspectiva la hace diferente, porque lo que relata el diario responde a las impresiones de una niña, de una joven y también de una mujer ya adulta. Dependiendo del momento de la obra, también hay humor. Tanto para la autora como para mi al dirigirla, hay necesidad de contrastar, de bajar para subir, de reir para luego contar algo doloroso. Es un gran texto de Sandra Massera, que en su momento ganó el Florencio al mejor texto de autor nacional. Creo que es una historia que está muy bien contada.
¿Qué papel crees que juega el teatro, y esta obra en particular, en la construcción de la memoria histórica de Uruguay?
Creo que mucho. Las obras de arte, en general, pueden dejar cosas impresas en la memoria, de una forma diferente a las imágenes de archivo. Un momento escénico o teatral puede hacer que la imagen se quede rumiando, que persista en la persona. El otro día, a la salida de una función en Casa de la Pólvora, en el Cerro, una señora dijo que era la primera vez que veia su realidad en el teatro. Decía “yo quería ser administradora de empresas y la dictadura me lo prohibió y mi hija terminó mi carrera”.
Como comentaste, la obra se centra en vivencias de mujeres que “no estaban metidas en nada”, ¿qué desafios conlleva representar historias invisibilizadas en el relato historico?
Primero que nada, un desafío ético. Por tratar este tema y, además, por estar dirigiendo la historia de una mujer y donde el equipo creativo mayormente también es femenino. Entonces, representa un desafio poner en sintonía mis miradas y sensaciones, mis diferentes masculinidades, y poder lograr una perspectiva de género. En segundo lugar, a mí me gusta hacer un teatro bastante desnudo, en el sentido de su infraestructura escénica, Confío mucho en la actuación, creo que puede disparar diferentes escenografias y climas. Entonces, hay una actriz que dice el texto y hay una nena que no habla, que lleva un texto paralelo. En mi caso, soy formado en el teatro de acción, no en el teatro psicológico, por lo que fue un desafío buscar signos escénicos que pudieran aportar un paisaje, las botas militares o unas sillas metálicas que perfectamente podrían ser las sillas de una cocina familiar de la época, pero también las sillas de un calabozo, de un cuartel.
Si tuvieras que resumir en una frase lo que No digas nada, nena aporta al público o lo que te gustaría que deje, ¿qué me dirías?
Evitar morir de silencio.