Hacete socio para acceder a este contenido

Para continuar, hacete socio de Caras y Caretas. Si ya formas parte de la comunidad, inicia sesión.

ASOCIARME
Cultura |

jueves y sábados

Con singular éxito continúa la obra "La nieta del Dictador"

Además, el sábado 29 de noviembre desde la hora 21 habrá una única función en el Teatro del club Progreso.

Suscribite

Caras y Caretas Diario

En tu email todos los días

Con gran éxito se sigue llevando adelante la obra "La nieta del Dictador" de David Sasola bajo la dirección de José Luis Olascuaga y con la actuación de Serrana Barros y Ricardo Capote.

Los jueves 6, 13 y 27 de noviembre desde las 19: 30 y los sábados 6 y 13 de diciembres desde las 21, se podrá disfrutar de la obra en Arteatro.

Además, el sábado 29 de noviembre habrá una única función en el Teatro Progreso desde la hora 21.

La historia

A veces, la historia palpita en los silencios de las familias. La nieta del dictador explora el eco de esos silencios, que se convierte en núcleo narrativo, en materia escénica.

Una nieta regresa, después de muchos años, a su país natal. Entra en la habitación donde su abuelo —un viejo tirano enfermo, conectado a una máquina que lo mantiene artificialmente con vida— respira con dificultad, y se sienta junto a él.

No hay protestas furiosas en las calles, ni juicios en los tribunales. Solo dos generaciones frente a frente.

Un cuerpo que se resiste a morir y una conciencia que despierta.

El dictador, con su olor nauseabundo, es el emblema de un pasado que aún contamina el presente. La nieta no lo enfrenta con un discurso acusatorio, sino con preguntas, silencios y pequeños juegos que funcionan como ritos catárticos.

El peso de la dictadura se condensa en el espacio doméstico, en una escena íntima que entrelaza poder, crimen y afecto.

La nieta del dictador, una comedia negra escrita por el dramaturgo español David Desola, se presenta actualmente en Montevideo, bajo la dirección de José Luis Olascuaga, en la sala Arteatro.

La chispa narrativa es concreta, precisa —una nieta que visita a su abuelo moribundo—, pero lo que sucede en escena trasciende tiempos y lugares. La obra no habla de una dictadura específica, sino de una herida universal: el veneno del silencio.

Lo hace con un humor delicado y una lucidez que desarma.

La nieta, interpretada magistralmente por Serrana Barros, encarna una dualidad inquietante.

Creció lejos —en España, en Nueva York—, pero lleva dentro una culpa.

Una historia que no eligió, que no le pertenece, pero que aun así la invade. Es al mismo tiempo extraña y cómplice, inocente y culpable. Es la heredera de un verdugo, pero es joven, libre, cosmopolita.

La obra se mueve sobre un hilo donde el afecto choca con la repulsión.

¿Cómo reconciliar los dulces recuerdos de la infancia con el horror de la dictadura?

¿Cómo mirar al abuelo sin ver al tirano?

En ese conflicto —amar al abuelo y odiar al verdugo— vibra la grandeza trágica del personaje.

La contradicción es el corazón de la obra, su fuerza poética.

En esta narración, la abuela —la esposa del dictador— ocupa el polo opuesto.

Prefiere recordar al marido tal como aparece en una fotografía que lo muestra en el apogeo de su gloria: venerado, aclamado por las multitudes.

El poder, para ella, es orden, prestigio, estabilidad.

La abuela añora a un hombre idealizado y vive en la nostalgia del mito.

La nieta, en cambio, habita el tormento de la verdad.

¿Qué heredan los descendientes de un poder cruel?

¿Cómo enfrentar las culpas familiares?

Con una escenografía deliberadamente austera —una habitación aséptica en tonos blancos y negros, una máquina, una luz fría—, La nieta del dictador pone en escena la tensión entre justicia e impunidad, entre memoria y olvido culpable.

En el choque entre el cuerpo enfermo del dictador y la vitalidad de la nieta, emerge un camino de redención: el de quien se atreve a nombrar lo innombrable.

Retrato de una mujer que rompe la hipocresía familiar, La nieta del dictador nos recuerda que las autocracias prosperan en el silencio cómplice de quienes eligen no ver.

Dejá tu comentario