Porque te hiciste estas preguntas, Caras y Caretas fue directamente a la fuente: el mismísimo Gabichu, o, según su documento de identidad habló, el señor Gabriel Wiszinia.
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El poguito más grande
Resulta que, desde hace diez años, el señor Gabichu se complotó con otros mami-papis, montar un pequeño show roquero, y, como funcionó muy bien, decidieron avanzar con la idea hasta darle forma a este original proyecto bajo el nombre Los Raviolis.
Los cómplices de este señor, también conocido como el “impredecible”, son “La licenciada” Valeria Donati, que es la chica que canta, más “El conejo” Bruno Delucchi en teclados, “El insistidor” Juan Pablo ESmok Lew en guitarras, el “Profesor” Esteban Ruiz en bajo -quien se luce en escena con su Groove afro-pampeano-, y el demoledor “Principe” Brian Ayliffe entre los platos y parches de la batería.
“Las ‘misas ravioleras’, como le dice nuestro público haciendo un paralelismo con las ‘misas ricoteras’, son una bomba”, sentencia Gabichu con elocuencia roquera. “Ahora estamos festejando los diez años y venimos haciendo una recorrida por todos los hits de la banda, incluyendo el último disco ‘Malos Negocios’ que está nominado a los Gardel”.
Esto “es una Fiesta, es el ‘poguito’ más grande del mundo, como dicen; es un espacio para compartir con la familia y vincularnos desde el juego, la risa y la música”.
Desarmar las ‘fake news’ de la crianza y una advertencia
En la muy personal propuesta -en lo musical, en lo letrístico- que tienen Los Raviolis, la correlación con el público resulta decisiva, aunque muy diferente a la que puede producirse con otros proyectos musicales dedicados al público menudo.
Aquí, por ejemplo, los padres -los “clásicos” y los “disfuncionales”-, los abuelos, los compañeros de clase de les chiques están involucrados en las narrativas de las canciones, pero desde ángulos y situaciones no tan idealizadas ni moralizantes ni aleccionadoras.
“Encontrar las palabras y las melodías para contar la diferencia entre la expectativa y la realidad, se convirtió en nuestro sello”, dijo Gabichu. “Ser reales ante tanta impostación, desarmar las ‘fake news’ de la crianza, quitarle el velo de ‘lo maravilloso’ de tener hijos…, no porque no lo sea, sino porque no es lo único que sucede en la vida. Esa es la apuesta. O alguien podría narrar la belleza que encuentra en ir a la guardia a las 3 de la mañana porque el gurí levantó temperatura…”.
Entonces, “cuidar, amar, sostener a nuestros hijos debe ser una materia aprobada para venir a un show de Raviolis. Si estás buscando que en una canción te expliquemos la importancia de amar a tu hijo, preferimos que no vengas”.
No te confundas: no son “hijos del rigor”, son “hijos del rock”
En el plano musical, la música de esta original banda argentina es un territorio para el encuentro de muchos juegos referenciales al mapa de músicas pop, rock y otras mixturas contemporáneas (¡que sea como una “misa raviolera” es todo un detalle!).
“Somos los hijos del Rock”, enfatiza Gabichu. “Somos los padres que se criaron escuchando Nirvana, Queen, Sumo, Divididos, Todos Tus Muertos, Mano Negra… y quienes vienen a vernos también son esos padres que les quieren contar a sus hijos lo que es un concierto de Rock. También nos gustan los artistas que están en la búsqueda actualmente. No somos viejos resentidos que decimos ‘lo de antes era mejor’, ni a palos: Wos, Dilom, NTVG, El Kuelgue, La Vela, Jacob Collier, y mil más, todos monstruos que viene a desafiar el status quo”.
Toda esta trama de referencias, de apetencias sonico-roqueras, cuenta el artista, se vuelva al trabajo compositivo.
“Nos es imposible cada vez que componemos, no traer una referencia. Este se parece a… Come Together… o a una de los Chilli, o al Flaco… Venimos de ahí, son nuestros referentes y nos hacemos cargo”.
“Lo masivo no lo habitamos”
Las propuestas musicales y audiovisuales que dominan el mercado suelen construir un “pibe/a escucha” con la inteligencia de “una ameba”, ajustado/a a estereotipos de una sociedad patriarcal, binaria, moralmente infalible (y hasta heroica). Pero, sabemos que, en la realidad, el oído musical y las sensibilidades de los chiques es mucho más sabia que estos modelos, y con ella construyen una interacción -incluso una interacción crítica- más potente con el mundo adulto, que se banca imperfecciones, crisis de identidad, estallidos emotivos, frustraciones.
¿Apostar a esa inteligencia estética (y humana) ha sido una complicación para acceder a espacios de difusión en los llamados “grandes medios”?
“Hermosa pregunta. La respuesta es NI. Lo masivo no lo habitamos porque lo que hacemos necesita digestión, y digerir es un trabajo y nadie quiere trabajar, y hay una premisa en el mundo infantil que parece ser, que ‘a los chicos hay que darles todo medio masticado y digerido porque son chiquitos’. Por otro lado, no nos preocupa, porque los medios que realmente nos interesan están con nosotros, nos siguen, nos apoyan, nos acompañan y nos ayudan a traccionar un público ultra fiel, empático, afín y amoroso”.