Guadalupe evidentemente convenció al jurado, que acertó al otorgarle el primer puesto (la grabación y edición disco, a través del sello Bizarro, más un epk promocional) a una obra que abreva en algunas de las mejores tradiciones de la forma canción y a la vez innova al exponer un ángulo creativo tan joven como personal y fresco.
¿Quién es Guadalupe I?
Con los cachetes enrojecidos por el frío, mirada inquieta y atenta, Guadalupe (24 años), cuenta que no estaba entre sus planes presentarse a este concurso del Festival Canciones de Otoño, aunque desde hace bastante tiempo ya tenía en carpeta el proyecto de grabar un disco con las canciones que había compuesto desde muy joven. Ese material estaba ahí, era revisitado con amigos, en toques pequeños, registrado en maquetas caseras, y reclamaba un cierre y a la vez la apertura de una nueva etapa creativa.
El plan, dice, comenzó a tomar forma con un proyecto para financiar la grabación de un disco que presentó al Fonam. En este proceso “se dio esta oportunidad, la del concurso de Canciones de Otoño, y me presenté, y fue casi a último momento, casi al borde del cierre de las inscripciones”.
Entonces “mandé la grabación que hicimos en casa de un amigo del tema ‘4022’, una suerte de maqueta que fue hecha pensando en el proyecto de grabar un disco”. La letra de la canción refiere a la casa de sus padres, “donde viví mi infancia y juventud, allá en Pueblo Victoria”, con un delicado ensamble de imágenes cotidianas, cargadas de afectos, de memorias.
Esta grabación “la hicimos con un grupo de músicos y amigos: Sofía Zorrilla, la guitarrista, Emiliano Cruz, en bajo, y también con Lea Fernández en acordeón, quien también es pianista”. Con ellos “hicimos varias maquetas de las canciones que tengo compuestas, y todas ellas las habíamos presentado al llamado del Fonam”.
La idea, sigue Guadalupe, es ahora llevar este material al disco, tomando estos elementos tímbricos, con sus posibilidades melódicas y armónicas. Las expectativas, agrega, son muchas; también, reconoce, son muchas las incertidumbres, la inquietud, esa “saludable sensación de desafío”.
¿Quién es Guadalupe II?
Hija de madre y padre sociólogos, Guadalupe absorbió todos los sonidos, canciones, guitarreadas que abundaban en la casa de Pueblo Victoria.
Allí “sonaba mucha música uruguaya y todo eso se volvió parte de mi vida, de mi escucha… fue mi escuela musical”. Y ese ambiente musical, inevitablemente, se escucha en sus canciones.
“Sí, ahí están Cabrera, Galemire, Trochón, Rubén Rivera, yo qué sé… también está Charly García, Fito Páez, junto con Rada, Mateo, El Príncipe. Y siempre me interesó mucho todo lo uruguayo. De hecho, me cuesta pila como escuchar música en inglés. Obviamente me abro a eso, pero como que mi vida musical siempre fue como muy vinculada a la música popular uruguaya. Entonces eso inevitablemente es como se reflejan mis canciones”.
Después, “también componiendo, tomando clase de guitarra con Toto Méndez todo eso siguió vivo. Toto fue fundamental, muchas cosas de sus maneras de tocar la guitarra, de sus acordes que eran nuevos para mí, llevarlos, yo que sé, de un tango, de una milonga, de un vals, a probar cosas en mis canciones. Bueno, Jaime (Roos) también fue clave: yo agarraba el cancionero de Jaime que editó el Tump y empezaba a chiviar y después encontrar cosas y mezclar, yo que sé, para generar otra cosa”.
Más adelante fue el tiempo de estudiar canto, “en cursos que daba Carmen Pí”, después en la Escuela Universitaria de Música, “donde estudié guitarra, primero en el ciclo introductorio y después en la carrera de dirección coral. Ese fue toda una apertura de cabeza, explorar el canto coral, dejarme fascinar por el poder que tiene la música vocal”.
Un Festival, un concurso y una estación
Esta segunda edición de este concurso de canciones llega en un momento histórico de maduración del Festival Canciones de Otoño, que este año (del 3 al 5 de mayo) celebró su décimo aniversario, y que tuvo como escenario a la Sala Camacuá (Aebu).
La grilla de esta edición aniversario presentó tres conciertos dobles más dos invitados especiales, Gonzalo Deniz y Papina de Palma, quienes participaron del el primer festival, realizado en 2015.
El comunicador y productor Robert Mello, motor del Festival, contó a Caras y Caretas: "El tema de la equidad de género ha estado presente desde el comienzo de este proyecto. Incluso ha estado presente sin pensarlo como tal, surgió naturalmente dada la gran cantidad de talentosas artistas que tenemos por acá y también en la región. Ese debate, no estaba ni instalado hace diez años. De todas formas, viendo hacia atrás ha sido bastante importante la presencia femenina en todas las ediciones del festival".
Sostener un proyecto de festival (más con un concurso) durante una década entraña un sinnúmeros de desafíos, de hallazgos y logros, de frustraciones. ¿Cómo se evalúa esta historia?, ¿por qué vale la pena jugarse por un festival así?
Robert disparó sin darle muchas vueltas al asunto: "Efectivamente, tal como lo mencionas, se transita por todas esas etapas y en ese camino es que se va construyendo el proyecto. Sin dudas que no es nada sencillo llevar adelante una iniciativa independiente en nuestra escena cultural, en este caso, más precisamente musical".
El problema, siguió, es que "hay poco apoyo en general, pero más aún si la propuesta no está emparentada con artistas que 'generen negocio' y corten tickets fácilmente, eso en el ámbito privado. Por otro parte, el Estado carece de espacios e instancias donde postular, ya que lo que hay es tan acotado, que se hace muy difícil acceder ante la enorme cantidad de artistas y proyectos que se postulan. Sin entrar en terrenos más oscuros, como los criterios de selección y amiguismos, que están a la orden del día. Por lo tanto, hay que creer mucho en lo que puede aportar el proyecto y jugársela en una especie de militancia cultural y seguir adelante. Te diría que, ante todo, si vale la pena, porque miro hacia atrás y veo la cantidad de artistas que pudieron aprovechar la oportunidad que da el festival para mostrar su arte".