Entre algunos de los nombres que tuvieron cierto protagonismo en aquella movilización y que luego ocuparon distintas responsabilidades en gobiernos nacionales y departamentales y legislativas de la izquierda uruguaya se encuentran: José Pepe Bayardi, encargado del equipo de seguridad; Salvador Schelotto; el “Chileno” Jorge Rodríguez; Juan Faroppa; Felipe Michelini; Edgardo Rubianes; Luis Mardones, del IPA; Daniel de la Fuente, de Secundaria (ASCEEP FES); Graciela Costa, de UTU; Mario Álvarez, uno de los lectores de la proclama de la ASCEEP; los militantes de la UJC, Lucía Arzuaga y Hugo Rodríguez, detenidos por la policía en junio de ese año.
La ASCEEP fue impulsada originalmente por estudiantes de la Facultad de Derecho como una “asociación civil (…) creada el 30 de abril de 1982 en una Asamblea Constitutiva”, y surgió aprovechando la legalidad vigente y amparándose en un decreto de la dictadura. Jorge Rodríguez, “el Chileno”, fue el presidente de ASCEEP desde 1982. Si bien se constituyó como una sociedad civil sin fines de lucro, logró ir generando espacios cada vez más masivos de participación y organización de las actividades estudiantiles en aquel momento.
Esta organización sirvió como espacio legalizado del movimiento estudiantil durante este periodo de ilegalización del órgano gremial estudiantil histórico (la FEUU), desarrollando una serie de esfuerzos coordinados y mancomunados de articulación entre los estudiantes pertenecientes a esta generación. Esa realidad marcaba además un debate más táctico entre militantes políticos que planteaban mantener el carácter clandestino de las organizaciones, y quienes entendían que debían aprovecharse las aperturas que permitiera o se lograra conquistar a la dictadura.
Ese debate ya se venía generando desde la participación en las elecciones internas de los partidos políticos, donde se debatía si el Frente Amplio debe marcar el voto en blanco o apoyar a los sectores democráticos de los partidos tradicionales (ACF en el Partido Nacional o la CBI en el Colorado), o un debate más duro, como era si los representantes del Frente Amplio debían participar en el Pacto del Club Naval.
En un estudio de aquella experiencia, Gabriela Gonzáles apunta que “los estudiantes de ASCEEP autoproclamaron en aquel entonces que ‘nuestra Asociación aparece públicamente como la expresión de la madurez alcanzada en esta etapa por el movimiento estudiantil, siendo un espacio de participación conquistado y, en definitiva, compañeros, un eslabón más en la lucha por el poder construir en forma libre nuestra históricas asociaciones y federación de estudiantes’. En tal sentido, la discusión que surgió entre ASCEEP y FEUU puede ser una ventana interesante para analizar vertientes más rupturistas y continuistas del movimiento estudiantil que se manifestaban entonces, y que convivieron dentro de esta misma generación. Durante el proceso de fundación de ASCEEP se generaron duras discusiones en el seno del movimiento respecto a la legitimidad y el valor estratégico de poseer un órgano institucional estudiantil de esta índole. De hecho, entre 1982 y 1983 la ASCEEP y la FEUU operaron en ámbitos paralelos, aunque algunos actores consideraban a ambas organizaciones como partes de un todo. Esta discusión quedó zanjada cuando, durante la Primera Convención Nacional de Estudiantes, en mayo de 1984, los estudiantes universitarios asumieron la sigla ASCEEP-FEUU como una forma de reconocimiento de la unión entre ambas”.
“Estudiante sal afuera”
La Semana del Estudiante, que fuera organizada entre el 17 y el 25 de setiembre de 1983, se enmarcó dentro de los preparativos del Año Internacional de la Juventud, establecido por la Asamblea General de la ONU para 1984, y contó con el aval y el apoyo activo de varias embajadas.
La ASCEEP, junto con la “Coordinadora de Revistas”, que nucleaba a varias publicaciones estudiantiles que pulularon en las facultades de la universidad y también de secundaria por aquellos años, fueron las principales organizadoras de la Semana que culminó con una gran movilización, acompañada por un caceroleo y un apagón.
Dicha movilización partió de la Universidad de la República, prosiguió por 18 de Julio hasta Bulevar Artigas y de ahí hasta el estadio Luis Franzini, donde se cerró con un acto masivo que se estima reunió unas 70.000 personas. En el acto, que fue controlado de cerca por la Dirección de Información e Inteligencia, varios dirigentes de ASCEEP se sucedieron en la lectura de la proclama “Manifiesto por una enseñanza democrática”.
La génesis de ese movimiento estudiantil fue el entretejido de espacios de socialización informales e importantes como ser los asados, las murgas, la nueva música popular, las actividades deportivas, los bailes, las academias y las cooperativas de apuntes y de vivienda por ayuda mutua.
En el Manifiesto por una Enseñanza Democrática, leído el 25 de setiembre de 1983 en el acto del Franzini, se reivindica el papel fundamental de experiencias de participación previas como el plebiscito de 1980, y específicamente de estos espacios de socialización como mojones claves en la reconstrucción del movimiento. “Debemos destacar también la importancia que tuvo para todo el triunfo opositor en el plebiscito de 1980, en el cual la juventud jugó un rol determinante, es en este contexto y recogiendo las anteriores experiencias de movilización que se van generando nuevas formas organizativas y de expresión como son nuestros asados multitudinarios, nuestras murgas y nuestras revistas. Día a día se van generando nuevos espacios, llegándose a la formación de una mesa interrevista, y luego al fortalecimiento de ASCEEP, en este fortalecimiento de la Asociación inciden varios factores”, expresaban.
El sinfín de actividades que se organizaron en el correr de la Semana del Estudiante también sirve como fiel reflejo de la gran variedad de intereses y manifestaciones que tuvieron lugar, así como la diversidad de espacios de socialización que la forjaron, comenzando por paneles de debate y por exposiciones, pasando por obras teatrales, espectáculos, danza, actuaciones de títeres, mesas sobre literatura. En un balance realizado unos meses después, los estudiantes consideraron que: “Las voces reivindicatorias resonaron en las calles más que nunca pobladas, en los ojos más que nunca abiertos, y las manos como siempre unidas (…). Se supo en ese momento que ya no era una marcha de estudiantes exclusivamente, sino de todo un pueblo hacia el futuro; un futuro que debemos asumir con fe y responsabilidad”. (Revista Conciencia - Año 1, No. 1- noviembre 1983. Montevideo, Uruguay. “La semana del Estudiante” [p. 24-26]. En Archivo de la Generación 83, AGU).
La palabra como arma de lucha
Las revistas organizadoras de la Semana del Estudiante son: Siembra (Facultad de Agronomía), Catálisis (Química), Trazo (Arquitectura), Integrando (Ingeniería), Balance (Ciencias Eco.), Salud (Medicina), Encuentro Veterinario (Veterinaria), Causa (Derecho), Apuntes (Filosofía, Ciencias y Letras), Diálogo (revista universitaria), Estamos (enseñanza secundaria). En marzo de 1981 surgió la primera revista universitaria en la Facultad de Arquitectura, y en octubre de ese mismo año surge Diálogo, que buscó nuclear a estudiantes universitarios de todas la facultades y posteriormente también a estudiantes de Secundaria.
Sin duda hay que mencionar a “El Dedo”. Fundada en 1982 por Antonio Dabezies, tuvo un papel muy destacado en la opinión pública en los últimos años de la dictadura. Si bien se publicaron solo siete números, contó con el aporte de escritores, humoristas y dibujantes como Roy Berocay, Fermín Hontou (autor de la "mascota" con forma de dedo), Milton Fornaro, César di Candia, Tunda Prada, «Cuque» Sclavo, Lizán, etc. Después de que la dictadura clausurara definitivamente El Dedo, Dabezies con su mismo equipo fundó también en 1983 la revista Guambia, con un perfil más periodístico, sin dejar de lado el humor. Se publicó hasta 2012.
A otras publicaciones, Jaque, Aquí, Correo de los Viernes, etc, hay que sumar el rol jugado por las publicaciones no legales y que circulaban por los andariveles de la clandestinidad. Y por supuesto, un capítulo aparte, la difusa producción musical que sorteó la censura.
De cara a la semana del estudiante, iba a nacer la “Marcha del Estudiante” (con texto de Juan Faroppa), que iba a ocupar un espacio musical de territorios de resistencias, junto a “A Redoblar”.
Estudiante, sal afuera
venciendo la soledad
la noche se hace día
sal afuera y lo verás
en la casa destruida
el pueblo levantará
esa pared solidaria
somos un ladrillo más.