Envejecer no es una elección, pero cómo lo hacemos sí puede serlo. Hoy por hoy los suplementos, las terapias antiedad y las rutinas de belleza prometen juventud eterna —a menudo con altos costos— sin embargo hay una herramienta gratuita, accesible y poderosamente transformadora que sigue siendo subestimada... el sueño.
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Dormir bien no es un lujo, es una necesidad biológica. Diversos estudios científicos coinciden en que el sueño es uno de los factores más determinantes para un envejecimiento saludable. Durante el descanso profundo, el cuerpo realiza tareas imprescindibles, repara tejidos, consolida la memoria, regula hormonas y refuerza el sistema inmunológico.


No dormir lo suficiente, o hacerlo con mala calidad, acelera procesos inflamatorios, deteriora la función cognitiva, favorece el aumento de peso y multiplica el riesgo de enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2 e incluso algunos tipos de cáncer. Dormir mal envejece. Dormir bien rejuvenece.
El sueño como política de autocuidado
Envejecer bien no es solo una cuestión de estética, sino de autonomía, vitalidad y bienestar. En ese sentido, priorizar el descanso debería estar en el centro de toda rutina de autocuidado. Y lo mejor es que no cuesta nada.
La higiene del sueño es una práctica que puede marcar la diferencia. Aquí algunos consejos básicos que no requieren inversión económica:
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Establece un horario regular: Acostarse y levantarse a la misma hora cada día ayuda a sincronizar el reloj biológico.
Crea un ambiente propicio para dormir: Oscuridad, silencio y temperatura adecuada son fundamentales. Si no se puede controlar el entorno, se pueden usar técnicas como la meditación o la respiración consciente para inducir al sueño.
Evita pantallas antes de dormir: La luz azul de celulares y computadoras interfiere con la producción de melatonina, la hormona del sueño.
Cuidado con la cafeína y el alcohol: Ambos alteran la calidad del descanso, aunque el efecto pueda pasar desapercibido.
Dormir bien es un derecho
En una sociedad que valora la productividad por encima del descanso, dormir lo suficiente puede parecer un acto de rebeldía. Pero en realidad es un acto de inteligencia vital. Envejecer mejor no está reservado a quienes acceden a clínicas de longevidad o costosos tratamientos: empieza con decisiones cotidianas, silenciosas y gratuitas.
Dormir es un privilegio biológico que no cuesta dinero, pero sí requiere conciencia. Si queremos llegar lejos, hay que aprender a descansar. La vejez no tiene por qué ser sinónimo de deterioro. Puede ser una etapa luminosa si sembramos buenos hábitos desde hoy. Y el más simple, y a la vez más poderoso, es cerrar los ojos, apagar el ruido del mundo y dejar que el cuerpo haga su trabajo.