¿Eres de los que se ha visto obligado alguna vez a eliminar estudios y experiencias de su currículum para lograr un trabajo? En ocasiones, vemos nuestras competencias y valías más como un problema que como una ventaja, sobre todo, cuando somos conscientes de que hay escenarios en nuestra sociedad en que se prefiere la mediocridad al talento excepcional. Es por eso que algunas personas inteligentes prefieren fingir que no lo son hasta lograr acoplarse.
Hacete socio para acceder a este contenido
Para continuar, hacete socio de Caras y Caretas. Si ya formas parte de la comunidad, inicia sesión.
ASOCIARMECaras y Caretas Diario
En tu email todos los días
Somos seres sociales y muchas veces lo que más necesitamos es adaptarnos, lograr un empleo, no ser el “bicho raro” al que nadie entiende y que en ocasiones incomoda. Sin embargo, ante esta estrategia, solo cabe hacernos una pregunta…¿Puede ser feliz la persona que se ve obligada a rebajar sus valías para integrarse?
Los niños más brillantes son tachados de “sabiondos” y “sabelotodos”. Muchas veces pueden incluso sufrir bullying y sentirse rechazados por su talento. Esto puede hacer que, en algún momento, elijan rebajar sus competencias para adaptarse y no llamar la atención.
La sobrecualificación se ve como una amenaza en muchos entornos laborales. Esto se debe, primer lugar, porque no se crean los suficientes puestos para estos perfiles. Segundo, porque no siempre se les puede/quiere retribuir como merecen. Asimismo, también hay otro factor interesante.
La Universidad de Australia Occidental realizó un estudio en el que destacó que muchos gerentes asumen que cuando una persona está sobrecualificada para un cargo tiende al aburrimiento. Poco a poco, esa percepción de que las competencias de uno están por encima de sus tareas hace que terminen desconectándose de sus responsabilidades y aparezca el ostracismo.
Hay muchos prejuicios alrededor de las personas brillantes y talentosas. Esto explica por qué a menudo, para sobrevivir y lograr un simple empleo, se opte por bajar las miras y recortar el currículum.
La universidad de Singapur demostró en una investigación que mientras la gran mayoría se siente feliz compartiendo tiempo con amigos, las personas más inteligentes disfrutan más de la soledad. Ahora bien, esto no quiere decir que sean figuras asociales y que no necesiten de la conexión con los demás. Porque, como seres humanos, todos lo necesitamos.
La necesidad de no llamar la atención
Las personas inteligentes fingen a veces que no lo son para evitar el sufrimiento. Esto nos puede parecer llamativo, pero es un hecho que vemos con frecuencia. El niño con altas capacidades intelectuales padece a menudo situaciones de acoso escolar. Muchos han pasado parte de su vida académica arrastrando los más variados motes y algún insulto.
Crecer siendo ese patito extraño o búho sabelotodo que siempre andaba solo por el patio del colegio, deja huella. Y hasta más de un trauma. Algo así provoca, a veces, que al llegar a la edad adulta opten por reprimir su personalidad, su carisma, su talento y sus conocimientos. Todo ello como mecanismo básico para eludir el rechazo y el dolor que se sufrió en la infancia.
¿Qué efecto tiene camuflar lo que uno es?
Si hay un rasgo que define a las personas altamente inteligentes es su capacidad para resolver problemas. De este modo, cuando se es consciente de que el talento y la mente brillante se ven como amenazas, es común que estos hombres y mujeres quieran resolver ese desafío de forma tajante. Y el resultado es recortar potenciales, fingir conversaciones intrascendentes, dejarse llevar por la inercia de los contextos.
El resultado no puede ser más negativo. Si elegimos retirar estudios y valías de nuestro currículum para lograr un trabajo, terminaremos desmotivados y frustrados. Si decidimos fingir cierta ingenuidad para no incomodar a alguien que nos gusta, parecer arrogantes o demostrar que somos más inteligentes que él/ella, viviremos en la contradicción y la infelicidad.
Aparentar lo que no se es, esconder lo que uno vale y crear un personaje para adaptarse, diluirá nuestro auténtico ser. Vivir en una eterna distorsión del propio ser nos conduce a la depresión, a desdibujarnos en una sociedad que nos quiere iguales. Cuando ser diferentes, únicos y excepcionales es una valía que hay que saber aceptar, aprovechar y potenciar.
Siempre habrá personas que aprecien y busquen al más brillante; no apaguemos nuestra luz interna para vivir en oscuridad junto a los demás. Confiemos en nosotros mismos.