El diálogo sobre salud mental es cada vez más frecuente y aunque la conversación todavía no es todo lo franca que amerita, las personas tienden a normalizarlo, y adentrarse poco a poco en la complejidad de algo que a nadie le es ajeno. De hecho, un reciente informe del observatorio de análisis global Ipsos alertó que los asuntos de salud mental ocupan el segundo puesto en el escalafón mundial de problemas de salud, por encima incluso del cáncer.
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Claro, un panorama así se antoja inevitable, o al menos previsible, en la vorágine cotidiana y el cúmulo de acontecimientos desestabilizadores que afectan a la humanidad, como las crisis recurrentes económicas, la pandemia de Covid-19, el miedo al terrorismo, la inflación, los desastres naturales y la guerra.
El mencionado reporte recoge que un 58 por ciento de la población reconoce que piensa “a menudo” en su bienestar mental y cada vez más conocen una persona allegada con patologías mentales y más de una vez reconocen que sienten manifestaciones que afectan su bienestar psíquico y social.
La salud mental, valga precisarlo, hace referencia a un estado de bienestar que contempla lo físico, lo espiritual y lo mental. Al trasladar dicha definición al ámbito laboral, se parte del presupuesto de que la calidad de vida del trabajador, tanto interna como externa, repercute directamente en su desempeño laboral y su compromiso para con la organización. Las estadísticas confirman ese postulado…
La Organización Mundial de la Salud refiere que el 15 por ciento de los adultos en edad laboral, presenta algún tipo de trastorno mental, lo que supone pérdidas superiores al billón de dólares para la economía mundial. Ante esta realidad, los empleadores comienzan a entender la necesidad de convertirse en agentes de cambio y contribuir al bienestar de sus empleados, tanto en sus mensajes como en sus prácticas.
Con el lucro en la mira
Con las pilas puestas y con cierta aspiración lucrativa, ciertas firmas de consultoría en temas de comunicación y marketing ya enfocan la salud mental como un propósito de marca. El potencial es inmenso, y el objetivo más o menos loable: que las empresas puedan desempeñar un rol activo, legítimo y con un efecto positivo para las personas.
En particular, la consultora LLYC abordó el asunto desde los siguientes ángulos de la salud mental:
- Fatiga del decisor: se trata del cansancio mental y la ansiedad resultante de la responsabilidad de afrontar demasiadas decisiones. Los estudios sobre el tema coinciden en que mientras más decisiones se toman, más cuesta tomar la siguiente. De ahí la importancia de que las empresas se pregunten qué pueden hacer para aligerar esa carga, y cómo hacerlo de una manera tangible, aterrizada en la realidad, más allá de los compromisos y voluntades. Al final, de buenas intenciones está empedrado el camino al infierno…
- Síndrome del impostor: es un trastorno del que no se habla mucho y, sin embargo, se calcula que lo padecen siete de cada diez personas. El término fue acuñado en 1978 por las psicólogas clínicas Pauline Clance y Suzanne Imes, quienes plantean que las personas con este síndrome no sienten que están a la altura profesional o académicamente. Esta autopercepción suele asociarse alos cuadros depresivos. La actriz Kate Winslet, de probada solvencia histriónica, ha reconocido que vive con la secreta preocupación de no ser tan capaz y eficiente como todos creen. Para abordar este problema, lo primero es estudiar el contexto y su raíz, para propiciar entornos laborales que favorezcan la confianza, la autoestima y el desarrollo de cualquier profesional.
- Ansiedad social. Casi 300 millones de personas sienten el temor de ser observados –y juzgados- por los demás, y casi una cuarta parte de ellas son menores de 24 años. Esta especie de fobia incide su desempeño escolar, laboral, en su cotidianeidad. Entre los síntomas sobresalen el miedo a interactuar, a ser avergonzado, incluso a que se note que están ansiosos. Para lidiar con esto, los expertos proponen que las empresas impulsen campañas de concientización para generar empatía con esos públicos.
- Síndrome de Brain Fog (niebla en el cerebro): esta afección se caracteriza por la falta de concentración y de claridad mental, y sus orígenes pueden ser diversos: falta de sueño, estrés, exceso de trabajo, así como las horas que pasamos delante del ordenador, el móvil o la televisión. Las personas con este síndrome alegan que sufren pérdidas de memoria, les cuesta encontrar la palabra precisa, se abruman con facilidad y tienen problemas de atención. Para ellos, lo recomendable es reducir los niveles de estrés.
Cuáles son las estrategias
En Comunicación Social, el primer paso para abordar una crisis es reconocerla, y a partir de ahí abordarla. Otro tanto se dice en casos de adicciones: primero se admite que hay un problema, para luego encararlo. No es muy diferente el abordaje de la salud mental desde una perspectiva empresarial: no basta con realizar el diagnóstico, lo siguiente es diseñar estrategias de comunicación para abordar los ángulos antes mencionados.
Por ejemplo, los expertos de LLYC recomiendan actuar de forma única y diferenciadora, o sea, personalizar los abordajes y no medir todos los casos por el mismo rasero. Es indispensable encontrar el enfoque adecuado, y que el mismo responda tanto a la personalidad de la marca, como a los intereses de la audiencia. Pero esto solo sirve si la narrativa es auténtica, no impostada.
En otras palabras, las marcas tienen que proponerse ser una voz legítima y creíble cuando se pronuncian sobre algo tan delicado como la salud mental. No se trata, advierte LLYC, de apropiarse de un discurso, sino de construirlo desde la esencia que caracteriza la marca, su filosofía y cultura organizacional, de manera humilde, sin alardes ni pretensiones.
Por último, y no menos importante, todas las iniciativas que se generen sobre este tema deben ser aterrizadas, o sea, realizables. De nada valen los grandes proyectos que terminan en humo porque son impracticables. El objetivo debería ser lograr una repercusión real y directa en las personas. Al final, un discurso vacío puede resultar contraproducente, y pierde tanto la marca como la persona.
Resumiendo, la salud mental hace rato dejó de ser un problema que atañe exclusivamente a las autoridades sanitarias: este es un problema de sociedad y más particularmente en los lugares de trabajo y como tal debe encararse.