La semana pasada, el Poder Ejecutivo volvió a aumentar el precio de los combustibles. Es otra tremenda suba, es, nuevamente, veneno que se le está echando a la producción uruguaya. Es un nuevo golpe, que provoca que se vayan muriendo de a poco las ganas de producir en vastos sectores de la producción agropecuaria nacional.
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Hace poco tiempo, mucha gente decía que había que bajar el costo del Estado; quienes hoy están el gobierno hicieron campaña demagógica prometiendo bajarlo. Con gritos, con bombos, con platillos, el entonces candidato Lacalle llevó adelante una campaña electoral en la que promovía y se comprometía con eso. Prometió, alegremente, bajar el costo del Estado, los combustibles, los impuestos, pero hasta ahora ha hecho exactamente lo contrario. Mintió, ni más ni menos. Mintió.
Los aumentos son constantes. Se le pega al sector productivo nacional y al trabajador uruguayo con las tarifas. Unos cuantos de los actuales gobernantes habían llegado a prometer eliminar el IRPF y el IASS y, en el caso del IRPF, no solamente no lo eliminaron, sino que bajaron las franjas de montos imponibles y hoy día son más que antes los uruguayos que lo pagan.
Para tener una idea de la dimensión brutal de estos aumentos, en 18 meses de gobierno de la derecha multicolor, la nafta subió casi 16 pesos el litro y el gasoil más de 10 pesos. Mientras tanto, en los quince años de gobiernos frenteamplistas, en los tres períodos juntos, la nafta aumentó 26 pesos y el gasoil 23 pesos. Reitero, en quince años. A este ritmo, el aumento de los combustibles de los multicolores será incalculable.
Para el sector hortícola es muy compleja la situación. El gobierno de la derecha multicolor nos pegó primero con la suba abrupta del precio del dólar. Eso le pega también al consumidor, al uruguayo de a pie, lo que complica doblemente al sector, porque aumentaron los precios de los insumos, que están fijados en dólares y cayó el poder adquisitivo de la población nacional, que es quien compra la producción hortícola.
Esta combinación, este círculo vicioso hace que nosotros tengamos que salir al mercado con precios muy bajos y rentabilidad nula o negativa, o sea, que nos cuesta más producir que el precio de lo que vendemos. Es un combo perfecto para que muchos productores y sus familias abandonen la actividad agraria, para que el productor familiar decida tomar otro rumbo.
Pero no solamente somos nosotros los afectados. Así como se nos perjudica a los productores hortícolas, también se ataca a los productores lecheros, de granos, de alimentos para animales y otros rubros que realizan agricultura intensiva. Ni que hablar de los productores arroceros.
Es un proceso inverso al que aconteció en los quince años de gobiernos frenteamplistas, cuando todo el sector agropecuario del país recibió ayudas e incentivos para la producción de distinta índole.
Fueron subsidios, créditos a tasas muy bajas, fue el esfuerzo permanente para fomentar el fortalecimiento institucional de las organizaciones del campo, todo lo cual mantuvo, mejoró, fortaleció al sector productivo, en especial a los pequeños y medianos productores. Ahora no, ahora se privilegia a los grandes productores, y los demás van quedando por el camino.
Ahora, el tránsito elegido por la derecha multicolor es totalmente contrario. Prácticamente se empieza pegándole al pequeño productor, al más chico. Hay que ser bien claro: cuanto más pequeños somos, más rápido los productores familiares vamos a desaparecer porque las complicaciones empiezan desde abajo en lo económico. Por el camino que vamos, cuando culmine este período de gobierno habrá un montón de productores familiares menos, que quedarán por el camino.
Hoy, por más enojados que estemos, por más que nos duela ver cómo se le mintió en la cara al pueblo, por más que veamos cómo nuestra gente está pasando mal, por la pandemia, por la ausencia casi total del Estado en respaldo a los sectores más afectados por ella y en el medio estos ajustes tarifarios brutales al alza, por más que cueste creer que alguien que esté dirigiendo un gobierno que lleve adelante estas medidas, a pesar de todo esto, no podemos estar enojados con aquellos que los votaron, porque ellos también sufrieron un gran engaño, una gran mentira.
Esperemos que a través del diálogo este gobierno soberbio recapacite y este proceso se revierta. Quiero, en este sentido volver a señalar algo que es prácticamente un pedido. Como decía en el párrafo anterior, no debemos entrar en la provocación, en la ofensa a quienes fueron engañados por quienes hoy están en el gobierno. No se puede ofender a compatriotas porque votaron algo diferente a nosotros y, reitero, fueron engañados, porque en definitiva somos todos uruguayos y estamos en el mismo barco y de esto tenemos que salir todas y todos juntos.
Sabemos que la situación es muy difícil. Tenemos que volver a unirnos todos los productores y sus familias, para trabajar, dialogar y concientizar cada uno en su lugar y con su modo de vida para que las cosas no empeoren, porque de continuar así vamos a tener un escenario muy complejo en lo productivo y en lo social.
Lo hemos vivido quienes superamos la barrera de los 50 años de vida. Sufrimos ya un par de crisis, en las que vimos con profunda tristeza cómo nuestros jóvenes tenían que irse primero a los cinturones de miseria de las ciudades y luego al exterior del país, abandonando así el sector agropecuario en busca de nuevos horizontes, en busca del pan de cada día. Revertir este nuevo proceso de hambreamiento del campo no será sencillo, pero, como decía, habrá que dialogar, señalar lo que se está haciendo mal, hablar con todos los productores y buscar acuerdos entre nosotros para revertir las medidas de este gobierno.
Este golpe que se les da a los productores y a toda la sociedad uruguaya con el aumento constante del precio de los combustibles puede ser mortal para todo el sector productivo familiar. Hay que, todos juntos, cambiar nuevamente el rumbo y volver al círculo virtuoso de desarrollo que el campo uruguayo tuvo en los quince años de gobiernos frenteamplistas. Que tuvieron sus dificultades, por supuesto, fundamentalmente por el contexto internacional, pero que en definitiva permitió el crecimiento y la consolidación de miles de productores pequeños y medianos, históricamente olvidados por las derechas en nuestro país.