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Colombia: el comienzo de una nueva política exterior

Se prevé normalización progresiva en la relación con Venezuela, mayor presencia en América Latina y una relación con EEUU que abarcará numerosos temas complejos

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Caras y Caretas Diario

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El presidente de Colombia, Gustavo Petro tuvo dos llamadas con mandatarios extranjeros a pocos días de ganar las elecciones. La primera fue con el presidente estadounidense, Joe Biden: “En el camino de una intensa y normal relación diplomática he sostenido ahora una conversación muy amistosa con el presidente Biden”, tuiteó el electo mandatario. La comunicación ocurrió 48 horas después de su victoria, un indicativo de la importancia de la relación, tanto para Washington como para Bogotá.

El segundo llamado fue con su principal vecino: Venezuela. “Me he comunicado con el gobierno venezolano para abrir y restablecer el pleno ejercicio de los derechos humanos en la frontera”, comunicó el presidente electo un día después del llamado con la Casa Blanca. El anuncio dio un giro de 180 grados respecto a la política mantenida por la Casa de Nariño al mando del presidente saliente Iván Duque, al reconocer al mandatario Nicolás Maduro y abrir una comunicación directa con el Palacio de Miraflores.

No se trató de algo sorpresivo: Petro había anunciado durante su campaña su intención de restablecer relaciones con quien comparte 2.200 kilómetros de una de las fronteras más calientes del continente. La rapidez con la cual fue realizado el acercamiento diplomático evidenció la importancia del camino de normalización, que debe leerse políticamente en una frontera que se encuentra en crisis desde el año 2015, con picos de tensión como en febrero del 2019, pero que debe pensarse también y sobre todo en claves económicas.

Una frontera caliente

Los alcaldes y empresarios de la frontera colombo-venezolana reaccionaron rápidamente de manera positiva ante el anuncio de Petro y Nicolás Maduro. La dinámica económica fronteriza siempre fue central para las regiones articuladas en el comercio fronterizo que, en momento de auge, como en el año 2008, tuvo un saldo de 7.200 millones de dólares de intercambio, y decayó en 2020 a cerca de 220 millones de dólares como total de exportaciones de Colombia a Venezuela. La crisis política entre ambos países afectó esa relación histórica, diaria, entre municipios, que comenzará un proceso de restablecimiento a partir de la asunción del nuevo gobierno colombiano.

El primer paso fue un encuentro realizado en el estado fronterizo de Táchira, en Venezuela, a principio de julio, en lo que se denominó el “Acuerdo de frontera”. Allí se reunieron el gobernador del estado, Freddy Bernal, la asociación empresarial venezolana Fedecamaras, la Cámara Colombo Venezolana, empresarios colombianos, dirigentes políticos colombianos. La elección de lugar tuvo una fuerte carga simbólica, no solamente por tratarse de la principal región fronteriza, sino porque fue hacia allí donde el 23 de febrero de 2019 se intentó forzar el ingreso desde Colombia, con Iván Duque y Juan Guaidó a la cabeza.

A ese mismo estado venezolano se dirigió Álvaro Leyva, nombrado canciller por Petro, el pasado 28 de julio. Se reunió con Bernal, con el canciller venezolano Carlos Faría, conversaron durante cerca de 2 horas sobre 14 temas según informó el gobierno venezolano. “Fue una reunión de unión, en el espíritu de Bolívar, una reunión que nos dice que el futuro que viene va a ser mejor, y Colombia y Venezuela nos reencontramos […] le agradezco al presidente Gustavo Petro haber enviado a su canciller”, afirmó Maduro.

“Se habló de los planes de paz y seguridad para toda la frontera”, expresó también Maduro. Se trata de otro de los temas neurálgicos de una frontera marcada por pasos irregulares, economías de contrabando, presencia de varias organizaciones armadas, como el Ejército de Liberación Nacional (ELN), disidencias de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), grupos paramilitares como Los Rastrojos. La frontera está marcada por la dinámica armada colombiana, traspasada a territorio venezolano, como lo muestra el hecho de que allí fueron asesinados recientemente algunos de los principales dirigentes de las disidencias, como Iván Santrich o Gentil Duarte.

Colombia hacia el continente

“Saludamos con mucha alegría que el presidente Boric haya manifestado no solo su disposición de acompañarnos en esa tarea del logro de la paz, sino que ofrece su casa, Chile, como sede de los diálogos de paz entre el Estado colombiano y el ELN”, afirmó la vicepresidenta electa, Francia Márquez, en su reciente paso por Chile, donde se reunió con el presidente Gabriel Boric en el marco de su gira sudamericana.

La dinámica de acercamientos entre el ELN y el gobierno de Petro y Márquez es uno de los temas centrales que están por iniciarse, según indicaron las declaraciones de intención de ambos lados. El proceso seguramente involucrará a diferentes actores continentales, al igual que ocurrió con el que llevó a los acuerdos con las FARC firmados en 2016, o el que se inició entre el ELN y el entonces gobierno de Juan Manuel Santos que primero transcurrió en Ecuador, luego en Cuba, hasta verse congelado y luego finalizado bajo el gobierno de Duque, recordado por haber “hecho trizas la paz”.

Colombia seguramente mirará hacia América Latina como no lo hizo con anterioridad. El nuevo gobierno, primero de signo progresista/popular en la historia, ha expresado su interés por el continente, como ocurrió con Petro en su viaje a la toma de posesión de Boric por quien mostró afinidad, o la gira de Márquez que la llevó además a Brasil, Argentina y Bolivia, donde se reunió con Lula da Silva, Cristina Fernández, Alberto Fernández, Luis Arce, David Choquehuanca y Evo Morales, entre otros.

El fuerte recibimiento de Márquez en el continente, una mujer afrocolombiana, feminista y ambientalista, mostró la expectativa que existe hacia el nuevo gobierno. Una expectativa de varios signos políticos: sectores de izquierda, del progresismo, o de centro, que ven en el próximo gobierno la posibilidad de terminar con una violencia ininterrumpida que dejó un saldo de 450.000 muertos entre 1985 y 2018, según el informe de la Comisión de la Verdad. A eso deben sumarse, por ejemplo, las cerca de 90 masacres anuales promedio que han ocurrido en los últimos tres años. La posibilidad de construir un proceso de paz que efectivamente sea implementado y detenga la tragedia colombiana es una de las mayores esperanzas que vehiculizan quienes llegarán a la Casa de Nariño este domingo.

Un camino difícil

El llamado entre Petro y Biden evidenció la importancia que le otorga la Casa Blanca a Colombia, país estratégicamente situado con costa Caribe y Pacífico, bisagra entre América del Sur y Centroamérica, vecino de la Venezuela petrolera y chavista, principal productor de cocaína a nivel mundial. Bogotá se ha mantenido en un alineamiento constante con Washington en varios ámbitos: económico con el Tratado de Libre Comercio (TLC), militar con la instalación de bases en territorio colombiano y ejercicios y conjuntos periódicos, o en la política denominada de extracciones a través de la cual son enviados jerarcas narcotraficantes o paramilitares a Estados Unidos.

Petro ha planteado revisar varios de estos temas, como el TLC, la política antidrogas que se relaciona a su vez con la reforma agraria. Otros asuntos, como la relación/dependencia militar, han quedado fuera por ahora del debate público. ¿Cuánto podrá avanzar? ¿Con qué tiempos? Por el momento las señales desde Washington han sido favorables, con el envío a fin de julio de una delegación de alto nivel a Bogotá. Los meses por venir indicarán la dinámica de la relación, la correspondencia o no entre los primeros gestos y las acciones, en un contexto de elevada confrontación internacional de Estados Unidos y dificultades internas.

Esas mismas preguntas estarán en cada ámbito que el nuevo gobierno se proponga transformar: ¿cuáles serán las resistencias y bajo qué formas? Por el momento Petro ha logrado conformar alianzas en el seno de las dos cámaras del Poder Legislativo, que serán necesarias para avanzar en varias de sus medidas principales, como la reforma fiscal. La oposición más dura quedó reducida a un uribismo debilitado que se opuso fuertemente a la designación de quien será ministro de Defensa, Iván Velázquez. La debilidad de la oposición política podría ser remplazada por otras oposiciones, como mediáticas, al igual que se ha visto en el caso de varios gobiernos progresistas de la región.

Por el momento el gobierno de Gustavo Petro y Francia Márquez aparece como el inicio de un cambio largamente postergado, muchas veces con violencia, en el país. Su asunción se dará en el contexto de un continente con numerosos gobiernos progresistas, y la espera de las presidenciales en Brasil para terminar de establecer el mapa regional marcado por grandes desafíos y posibilidades. América Latina y el Caribe ya no es la oleada progresista de principio de siglo, tampoco la ofensiva de las derechas de años recientes, está ahora en un proceso de reconfiguración, inestable muchas veces, al cual Colombia puede aportar ideas y dinámicas de integración.

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