En la larga lista de fábulas de Esopo, hay una no tan conocida que ilustra muy bien los problemas que asediaron a Javier Milei en su campaña a la primera vuelta, tras haber triunfado sorpresivamente en las PASO de agosto.
Hacete socio para acceder a este contenido
Para continuar, hacete socio de Caras y Caretas. Si ya formas parte de la comunidad, inicia sesión.
ASOCIARMECaras y Caretas Diario
En tu email todos los días
Contaba Esopo la historia de un león que se había enamorado de una muchacha. El felino se presentó en la casa del padre de la chica para pedir su mano. Ante toda la familia asustada, el padre le agradeció el gesto y dijo que era un gran honor recibir tal petición, pero le explicó que con semejantes dientes y garras destrozaría a su hija.
El león le dio la razón y se fue para volver al otro día sin sus dientes ni sus garras a pedir la mano de su amada, pero el padre y la muchacha, entre risas, le dijeron que al menos ayer era un león y ahora no era nada.
Algo de esto le sucedió a Milei entre la euforia de su campaña para las PASO y el tramo final de su campaña para la primera vuelta de la elección presidencial argentina del domingo 22 de octubre.
Hay candidaturas que tienen un cauce de campaña muy ancho. La amplitud para intentar ganar votos termina creando márgenes distanciados, lo que a veces provoca que el candidato vaya de una punta a la otra "bandeando" su discurso.
Otras candidaturas, en cambio, a veces con muchos más problemas, establecen un cauce más estrecho y logran mantener el eje centrado en la estrategia definida. La campaña de Massa, entre agosto y octubre, es un ejemplo, exitoso por ahora, de ceñirse a un mensaje y respetarlo.
La ventaja de este tipo de campañas, si se acierta, reside en que el candidato es percibido como más coherente y tiene menos márgenes de error sobre su electorado.
En el otro caso, un candidato que se sale de su eje y comienza a ir de una punta a la otra, a veces es mal percibido incluso por sus propios votantes.
Si se analiza el último tramo de la campaña de Milei se puede ver que, aparte de dejar de ser sorpresa y pasar a cargar el peso de ser el favorito, también quedó atrapado en los problemas que abrieron sus propuestas.
En ese sentido, su riesgo se incrementó cuando se dejó de hablar sobre el propio Milei y se pasó a debatir las ideas y medidas que planteaba. Eso abrió un nuevo escenario donde las narrativas en disputa quedaron expuestas.
Massa centrado en su eje, Bulrich desdibujando el suyo y perdiendo pie como una derecha sin filo y Milei comenzando a comprar conflictos con un sector tras otro por sus tajantes propuestas de recortes y desmantelamiento del Estado.
Para colmo, el elenco que lo acompaña, que por sí solos no aportan un solo voto en todo el país, comenzó a emerger con propuestas e ideas, cada una más aterradora que la otra. La defensa de la dictadura se vio incrementada con el elogio a los represores y el negacionismo histórico, incluso hasta de las víctimas.
Milei abrió demasiados frentes, todos al mismo tiempo, y su figura tuvo que empezar a responder demasiados temas, incluso por fuera de la economía, un tema en el que pasó de ser percibido como un sólido diagnosticador a ser un promotor desbocado donde nada queda muy claro sobre las soluciones prometidas.
Para colmo, empezó a asustar a parte de la derecha y del empresariado, que por ideología es refractario a cualquier gobierno intervencionista del Estado, que fue percibiéndolo como un mono con revólver capaz de afectar negocios en vez de promoverlos.
De león a gatito
Ahora se abre otro escenario y lo más probable es que el balotaje sea muy parejo. Pero en el barajar y dar de nuevo, Massa arranca con la ventaja del envión de votos que logró captar, aunque no le aseguren nada.
Probablemente el candidato oficialista, del ala más moderada y también liberal de ese conglomerado llamado peronismo, mantendrá su eje y buscará tejer alianzas en todo lo refractario a Milei, incluso guiñando algún ojo sobre esa base de Gobierno de Unidad Nacional, tan difusa y peligrosamente escorada a la derecha.
Massa fue la única bala que le quedó al kirchnerismo para esta elección. Diluyó toda pretensión izquierdosa y buscó a salvar lo que se podía apostando a la llamada "trampa francesa", que ante el emerger de Le Pen y su neofascista Frente Nacional (primero el padre y después la hija) instala el mensaje de "Todos por la democracia".
Vale recordar que la trampa francesa incluye el miedo a la izquierda, obligada a votar por el candidato menos malo ante la bestia parda, sabiendo que si un día acumula y crece, la trampa cambiará de signo y será usada en su contra.
Milei, en cambio, de tener todo para ganar tras su victoria inicial, pasó a tener todo para perder. Habrá que ver si eso impacta sobre su discurso y comienza a desdibujar desesperadamente su estrategia y mensaje para abrazar a votantes y a sectores políticos con los que, hasta ahora, había cortado todos los puentes.
Eso podrá ser percibido, tal vez, como inteligencia, en un elogio de la moderación que la derecha sabe hacer pero no siempre resulta, sobre todo cuando la distancia de un margen a otro del cauce construido termina diluyendo el caudal de votos.
Si Milei deja de ser el león que quiso ser y esconde sus garras y dientes, o incluso se los extirpa, corre el riesgo de no ser nada, nada de la promesa arrolladora que sintonizó con la bronca de un electorado que parece haber tocado su techo.
En el intento desesperado de declarar su amor a quienes atacó, sumará para una definición probablemente muy pareja, pero perderá votantes a los que asustó demasiado y se le pueden reír en la cara.
Las bestias tienen eso, intimidan y aterrorizan, pero se vuelven una farsa cuando dejan de ser triunfadores y se les pierde el miedo y hasta el respeto. Dicen ser todo y terminan siendo nada. El peligro sigue ahí, pero el miedo ya no está.