En Nordelta, la postal fue otra. A Emmanuel Kovalivker, directivo de la droguería, lo sorprendieron cuando intentaba salir de su casa en camioneta. No solo se llevaron su celular, sino también unos 200 mil dólares en efectivo, prolijamente distribuidos en sobres. Papeles con anotaciones completaban la escena de un negocio paralelo que la Justicia busca desentrañar.
Las maniobras, según los investigadores, giraban alrededor de la compra de medicamentos. El nombre de Daniel Garbinelli, director de Acceso a los Servicios de Salud de la ANDIS, también aparece en la maraña. Todo quedó bajo la lupa.
Mientras los allanamientos avanzaban, en la Casa Rosada el silencio se volvía ensordecedor. El Gobierno confirmó la salida de Spagnuolo y decidió intervenir la agencia, una medida que a la vez reconocía la gravedad del escándalo. Solo el jefe de Gabinete, Guillermo Francos, se animó a dar una respuesta pública, aunque breve y ambigua: “Yo no pongo las manos en el fuego por ningún funcionario”, dijo, para enseguida refugiarse en la Justicia como único ámbito de resolución.
Pero lo que más retumba son los audios. Allí, una voz atribuida a Spagnuolo revela el corazón de la trama: “Hablé con el Presidente y le dije: ‘Están choreando, te podés hacer el boludo, pero no me tiren a mí este fardo. Llega a haber algún quilombo y no me cuidan. Tengo todos los WhatsApps de Karina’”. Más adelante, el mismo relato apunta que tanto Karina Milei como Martín Menem se llevarían “de medio palo para arriba de medicamentos por mes” y que la hermana del Presidente cobraba “el tres por ciento”.
Con esas frases, el escándalo dejó de ser solo judicial y pasó a ser político. Los investigadores ahora tienen en sus manos teléfonos, dólares y documentos, pero el mayor riesgo para el oficialismo no está en lo que se incautó, sino en lo que los audios ya instalaron en la opinión pública: la sospecha de que el entorno más íntimo de Milei podría estar involucrado en un sistema de recaudación ilegal.
En un gobierno que hizo de la “casta” su enemigo público, la sombra de la corrupción se vuelve un golpe simbólico difícil de digerir. El futuro de la causa judicial dirá si las palabras de Spagnuolo fueron una maniobra desesperada o el esbozo de una red de poder mucho más profunda.
Mientras tanto, el teléfono incautado en Pilar se transforma en una suerte de caja negra: allí podría estar la respuesta a la pregunta que sobrevuela los pasillos de la Casa Rosada —¿hasta dónde llega realmente esta trama?—.