Desde1971, la ciudad alpina de Davos es mundialmente conocida por ser la sede del Foro Económico Mundial que todos los años reúne a los líderes más selectos y representativos de la política, la economía y las finanzas mundiales.
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Hace 4 años, días antes de que Donald Trump asumiera la presidencia de Estados Unidos, Xi Jinping subió por primera vez a las alturas de Davos y desde allí sorprendió al mundo con una apasionada defensa del libre comercio y la globalización.
El mundo empezaba a darse vuelta. Ante la elite capitalista y proglobalización económica por excelencia, el adalid de un mundo sin barreras comerciales era el secretario general del Partido Comunista más grande e influyente del mundo. En cambio en Estados Unidos -desde el final de la Segunda Guerra Mundial, líder mundial indiscutido del liberalismo económico- iniciaba su mandato un presidente que repudiaba las reglas del libre comercio, renegaba del multilaterismo, proclamaba el proteccionismo y, fiel a su prédica electoral, daba inicio una guerra comercial, tecnológica y diplomática con China.
«Algunos culpan a la globalización por el caos en nuestro mundo, pero nuestros problemas no son causados por la globalización”, ya entonces afirmaba Xi. “No habrá ganadores en una guerra comercial. Seguir el proteccionismo es como encerrarse uno mismo en un salón oscuro: puede que evite el viento y la lluvia, pero también se quedarán afuera la luz y el aire”, decía el presidente, pronosticando las consecuencias y advirtiendo de los peligros de la conflagración comercial que desataría Donald Trump un año después.
La semana pasada, como lo hiciera en 2017, el mandatario volvió a inaugurar la sesión anual (en modalidad virtual) del Foro Económico Mundial de Davos, pero, a diferencia de la anterior, como indiscutido protagonista y en ancas de éxitos tan inobjetables como trascendentes que hicieron de su país y su gobierno el gran triunfador de 2020. La pandemia, prácticamente controlada, salvo algún pequeño foco.
Mientras el mundo sufre la recesión más importante de los últimos 70 años y los países registran desplomes sin precedentes de su PIB, la República Popular cerró el año en positivo ( + 2,3%).
En noviembre pasado, promovidos y liderados por China, 15 países asiáticos y de Oceanía crearon la Asociación Económica Integral Regional, el mayor bloque comercial del mundo, que supone un tercio de la producción mundial y de 2.200 millones de consumidores.
Un día antes de la Navidad, Beijing firmó un pacto de inversión sin precedentes con la Unión Europea y el último día del año, con orgullo, declaraba haber erradicado definitivamente la pobreza extrema entre sus más de 1.400 millones de habitantes.
Y por si lo anterior no fuera suficiente, horas antes de que el mandatario pronunciara su discurso desde el Gran Salón del Pueblo de Beijing, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo daba cuenta de que, por primera vez en la historia, China superó en 2020 a EEUU como principal destino mundial de inversión extranjera directa. Desmintiendo el tan pregonado y auspiciado desacople de la economía china y el resto del mundo, las inversiones de empresas extranjeras aumentaron un 4%, mientras que en EEUU cayeron un 49% el año pasado.
«En China hemos conseguido erradicar la extrema pobreza y estamos siguiendo el camino hacia un país socialista moderno. Ahora desempeñaremos un papel más activo para fomentar una globalización económica mundial que sea más abierta, inclusiva, equilibrada y beneficiosa para todos”, enfatizó Xi Jinping en el discurso inaugural.
Para el evangelio de la globalización de Xi Jinping, “no hay problema global» que puede ser resuelto por un solo país, y debe haber acción global, respuesta global y cooperación global ”.
En tono monocorde pero firme, sin mencionarlo ni adjetivarlo, el mandatario chino advirtió a
Joe Biden, a menos de una semana de su asunción, de los peligros de persistir con la política antichina de su predecesor, que llevó las relaciones bilaterales entre las dos economías más grandes del mundo a su peor momento en las últimas cuatro décadas.
«La historia y la realidad han dejado en claro que el enfoque engañoso del antagonismo y el enfrentamiento, ya sea en forma de guerra fría, guerra caliente, guerra comercial o guerra tecnológica, en última instancia daña los intereses de todos los países y socava el bienestar de todos”.
“Una nueva Guerra Fría, intimidando a los otros, causando un problema en los suministros y provocando aislamiento, sólo llevará al mundo a la confrontación”.
Por primera vez, el líder hablaba públicamente de la nueva Guerra Fría entre China y Estados Unidos, aunque sin mencionar a los dos principales contendientes .
Lamentablemente las primeras señales de la nueva administración dejan pocas esperanzas de una pronta recomposición de las relaciones bilaterales.
A menos de 48 horas de instalado en la Casa Blanca, el portaaviones Theodore Roosevelt inició la primera misión de «libertad de navegación» en el mar de China Meridional, donde Beijing, desde hace años, reivindica su soberanía sobre la gran mayoría de las islas y arrecifes y que la postura agresiva de Trump había aumentado las tensiones militares a niveles sin precedentes en las últimas décadas.
“Los hechos han demostrado que contener a China es una misión imposible y equivale a dispararse en el pie”, señaló el titular de Defensa de la República Popular. “China se opone firmemente a la independencia de Taiwán y a la intervención de fuerzas extranjeras en la región” y, como prueba de sus dichos, autorizó una incursión con aviones militares en el estrecho de Taiwán.
Tampoco llegan buenas noticias de los frentes de la guerra comercial y tecnológica. Todo lo contrario.
Confirmando que el nuevo gobierno también mantendrá el veto al gigante de las comunicaciones chino Huawei, Jen Psaki, secretaria de Prensa de la Casa Blanca, dijo que los equipos de telecomunicaciones fabricados por “vendedores no fiables” como la compañía Huawei “son una amenaza para la seguridad de Estados Unidos” y que Washington “garantizará que las redes de telecomunicaciones no utilicen equipos de tales firmas” y trabajará con sus aliados para asegurar sus redes.
En el plano del comercio, todo hace pensar que las medidas comerciales de Trump contra china serán mantenidas e incluso podrían agravarse.
El 26 de enero, la designada secretaria estadounidense de Comercio, Gina Raimondo, en la audiencia de confirmación en el Senado, manifestó que en caso de ocupar el cargo “preveo ser muy agresiva, y ayudar a los estadounidenses a luchar contra las prácticas desleales de China».
Por su parte, una de las primeras medidas del nuevo presidente fue la firma del decreto “Buy American”, la versión “progresista” del proteccionismo autárquico y ultraconservador del “America First” de memoria trumpiana.
La iniciativa pretende que las compras del Estado (aproximadamente 700.000 millones por año) sean todas de proveedores estadounidenses y para ello “el gobierno de Estados Unidos debería, siempre que sea posible, adquirir bienes, productos, materiales y servicios de fuentes que ayudarán a las empresas estadounidenses a competir en industrias estratégicas y ayudar a los trabajadores estadounidenses a prosperar”.
Más allá de matices, todo hace presagiar que Joe Biden continuaría la política heredada de la administración saliente y que asistiremos al segundo acto de la obra dirigida y protagonizada por Donald Trump. (“La historia ocurre dos veces: la primera vez como una gran tragedia y la segunda como una miserable farsa”, constataba Marx en el 18 Brumario de Luis Bonaparte 170 años atrás).
Sin duda la intervención de Xi Jinping era la más esperada por los participantes al Foro y por las cancillerías de todo el mundo. El presidente no defraudó las expectativas e independientemente de distintas claves de lectura e interpretaciones, su mensaje fue claro y contundente: «El mundo ya no será como antes”.
El liderazgo mundial de China es indiscutible e irreversible y no cambiará su estrategia y concepción de las relaciones internacionales -y mucho menos su modelo de desarrollo y forma de gobierno- ante la presión y las amenazas de Washington. «El [país] fuerte no debe intimidar al débil, las decisiones no deben tomarse simplemente flexionando los músculos o agitando los puños”, enfatizó Xi sin mencionarlo, pero en evidente referencia a Estados Unidos . «Dejemos que el multilateralismo ilumine nuestro camino hacia una comunidad con un futuro compartido para la humanidad”, concluyó.