Hemos visto con dolor republicano la ofensiva periodística con la que desembarcó el Dr. Lacalle (h) en los medios opositores de Argentina. Olvidó que los países se relacionan a través de los Estados y sus autoridades. Se dirigió a los empresarios “vendiendo” las virtudes del paraíso fiscal en que desde tiempos de su padre se quiere convertir a Uruguay. No fue una conferencia de prensa, como en algún momento se dijo, abierta a todos los medios. Fueron entrevistas precoordinadas con canales y periodistas amigos, del grupo Clarín y del diario La Nación. Leuco, Longobardi, Majul y Viviana Canosa, macrista de la primera hora, todos de los medios opositores al gobierno argentino.
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Como si lo sesgado de la elección de los medios fuera poco, en un momento que deberíamos buscar el mayor acercamiento a Argentina, la temática fue francamente intervencionista. Sostener que nos va mejor que al resto del mundo sobre la pandemia es relativo, lamentablemente. Si hay un tema en que todos deseamos que al gobierno le vaya bien, es este, porque es la salud y la vida de los uruguayos. Pero el presidente tiene suficientes asesores como para advertirle que, en Argentina, en momentos en que hizo sus apariciones, el tema de la cuarentena obligatoria era un asunto de confrontación política interna.
Los que puedan ver los medios argentinos, podrán observar rápidamente que el tema de si correspondía que la cuarentena fuera obligatoria divide los partidos y la opinión de los argentinos. Mientras el gobierno ha sostenido que es su responsabilidad velar por la vida y la salud de todos, la oposición le acusa de violar la libertad. El corte es vertical, no horizontal. Por tanto, toda reflexión madura debió aconsejarle al presidente Lacalle no incursionar en el tema.
Es más, el Dr. Lacalle (h) no se limitó a sostener por qué había elegido ese camino. Como si ello fuera poco, criticó la obligatoriedad como un atentado a la libertad individual. O sea, el presidente Alberto Fernández pisotea la libertad individual. Lo que dice el macrismo. Eso sí, cuando una periodista le preguntó sobre Fernández, respondió que no, que contra el presidente argentino no podía opinar. Es como decir: “-Los presidentes no deben usar bigotes y lentes.
-Pero Fernández usa bigotes y lentes.
-¡Ah, no! Sobre eso no puedo decir nada”.
A mí siempre me llamó la atención que cuando Argentina llegó a los 450 muertos, se cerraron las fronteras, mientras que con Brasil, donde el Presidente se enfermó, no una, sino dos veces, hubo que llegar a 25.000 muertos para hacerlo. Pero, a todo esto, cabe preguntarse si Uruguay puede ser comparable para medir resultados con Argentina. Yo no conozco de infectología. Por eso me tomé el trabajo de consultar a los que sí entienden.
Los que saben me dicen que en esto no se puede hacer una regla de tres simple, habitantes/contagiados/muertos. Suena sensato. Es decir, según me dicen, el nivel de concentración urbana, por ejemplo, es una variable muy importante. En Montevideo, por ejemplo, vive la mitad de la población del país aproximadamente, pero tiene un nivel de concentración muy por debajo en comparación con el conurbano bonaerense. Parecería, pues, que hay algunas provincias argentinas que sirvieran mejor para la comparación. Sin duda, la provincia de Santa Fe, con 3 millones y medio de habitantes aproximadamente, es más asimilable a Uruguay. Santa Fe, capital, es la ciudad de menor densidad poblacional de Argentina. Pero la ciudad de Rosario, en la misma provincia, en cambio, tiene casi dos millones de habitantes, con mucha mayor concentración que la propia capital provincial.
Parece oportuna la comparación con Uruguay. Santa Fe lleva 718 contagiados, 457 recuperados y 9 muertos. Nosotros: 1.094 infectados, 104 con la enfermedad en curso y 33 muertos. Casi cuatro veces más muertos que en Santa Fe. Pero el equivocado es Fernández, y una periodista muy, pero muy de derecha, Viviana Canosa, declaró a Lacalle “líder de la región”.
De más está decir que 24 horas después del desembarco mediático en Argentina (con muchas referencias a Lavalleja), surgió un nuevo brote del virus en Uruguay. El mágico número de 33 ya no se refería a los orientales, sino a la cantidad de muertos por la pandemia.
Ojalá las relaciones con Argentina sean de mayor equilibrio respecto a las que tenemos con Brasil. Se anuncia que retomaremos “la diplomacia de cóctel”, para lo que habrá que esperar el levantamiento de la emergencia sanitaria. No valdría la pena subir el gasto diplomático en el presupuesto (cuando se cambia la merienda por un vaso de leche) porque, hoy, recepciones diplomáticas no hay. Cordura en nuestra política exterior, tampoco.