Habiendo pasado unos pocos días desde que fue emitido el reportaje que la periodista Patricia Martín hiciera a Sebastián Marset para Montecarlo Televisión, ya hemos asistido a numerosas repercusiones en nuestro país y en la región y a variados análisis y consideraciones puntuales sobre el episodio.
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Parece necesario recordar que en otras oportunidades Marset ha hecho llegar videos a los medios de comunicación refiriéndose a hechos que lo involucran y más recientemente ha difundido una carta al Ministro del Interior de Bolivia en un tono, curiosamente distinto, a sus anteriores apariciones.
La mencionada carta que publicamos en un recuadro lo presenta sin esa sonrisa bonachona que exhibió en la entrevista, sin restregarse las manos ni humedecerse los labios, alterado, insultante, desmesurado, tal vez… ¿desesperado?
Más allá de los análisis posteriores y la hora y media de franeleo previa, sin duda, el reportaje de Patricia Martín es lo que despierta más curiosidad y permite mayores reflexiones, tanto por su repercusión mediática, como por el contexto y por la actuación de ambos partícipes.
Mi experiencia, 78 años de vida, 65 de militancia política, más de diez de clandestinidad y exilio, 20 de periodismo y más de veinte de empresario me dicen que, en estas circunstancias, resulta difícil diferenciar, cuánto hay de verdad, cuánto de fantasía, cuánto de engaño y cuánto de actuación en lo que dicen periodista y entrevistado.
Por lo pronto, es conocido que en estos casos, el entrevistado dirá sólo lo que le conviene, el periodista se comprometerá a no hacer algún tipo de pregunta, aceptará cualquier tipo de respuesta y protegerá los datos y circunstancias que permitieron el encuentro.
Conste que el intercambio de dinero nunca estará ausente, aunque no se vea en la imagen de la televisión.
Aparte del narcicismo de Marset, habrá que imaginar que otros propósitos justifican este encuentro, que es peligroso, costoso económicamente y sobre todo inusual.
Supongamos que el único interés de la empresa de televisión (Montecarlo Televisión) sea el económico -aunque no debieran descartarse otros-, habría que saber si se satisface sólo con el ingreso por la publicidad comercial y la venta de derechos de reproducción o si recibió además algún tipo de prestación que cumpliera con su apetito y justificara el potencial perjuicio que pudiera ocasionar que algo saliera mal o que la opinión pública hiciera un juicio negativo sobre el hecho de dar la palabra a un personaje tan controvertido. En estos casos debiera pensarse que hubo más plata en juego.
Lo mismo podría decirse del conductor del programa Ignacio Álvarez, que llamativamente no fue el elegido por Marset para hacer la entrevista, probablemente porque sospechó que no se trataba de una persona “confiable”.
Es de presumir que ni uno ni otro habrán sido baratos, ni Marset tiene fama de ser ostensiblemente austero.
Sobre el lugar de la entrevista, sólo suponemos que fue en Paraguay, porque las autoridades bolivianas lo afirman, las autoridades paraguayas no lo niegan y Patricia Martín viajó a Asunción en los primeros días de noviembre, llamativamente cuando aquí en Uruguay tenían amplia repercusión mediática los audios y las declaraciones de Carolina Ache que arrojaban sospechas sobre las instancias que llevaron a otorgar el pasaporte a Marset y las maniobras a todas luces ilegales que se hicieron desde la Presidencia de la República para ocultar algunas de las circunstancias, particularmente la responsabilidad absoluta del Ministerio del Interior que otorgó un pasaporte a un narcotraficante preso en una cárcel emiratí , aún en conocimiento de que estaba siendo investigado por el atentado a la sede de la Dirección Nacional de Represión del Tráfico Ilícito de Drogas y las amenazas que recibiera la fiscal Mónica Ferrero.
Sin perjuicio, hay informaciones que ubican a Marset en el lado argentino de la triple frontera, en donde Marset no es especialmente requerido por la policía federal.
Como sospechamos desde el principio, las autoridades aeroportuarias de Paraguay declaran que Patricia Martin no subió ni se desplazó en ningún helicóptero sino que viajó a la triple frontera en un avión de la misma línea en la que voló de Montevideo a Asunción y allí se perdieron sus pasos, no precisamente en medio de la selva, aunque no se puede descartar que Marset esté protegido por el clan de Los Monos que parecen ganar influencia en el norte Argentino.
Incluso hay fuentes oficiales que ubican a Marset en Uruguay en donde gozaría de mayores apoyos y de coberturas apropiada. Desenmascarada la primera pista falsa que no ofreciera la periodista resultará tonto seguir las migas de pan como Hansel y Gretel.
Destruida la confianza confirmamos la idea de que todos los detalles son falsos.
Lo de los helicópteros, la selva, el tiempo de viaje, la mansión, los trajes camuflados, el chef y los mariscos, son relatos con fantasías de color que bien puede catalogarse como cortinas de humo.
Cuando más detalles condimenten el relato, hay que sospechar que más falsos son.
La entrevista también puede haberse realizado en Asunción, bajo protección de un pequeño ejército privado y en una zona liberada por complicidades en las propias fuerzas de seguridad, complicidades que no niegan las autoridades paraguayas y que confirma el descabezamiento de la sección paraguaya de Interpol por su responsabilidad en la desaparición de alerta roja de la esposa de Marset.
Haya ocurrido donde haya ocurrido- si la entrevistase ha efectivamente realizado y no ha sido un montaje en un set virtual-, una operación de este tipo, el posible pago a Canal 4, a Ignacio Álvarez, al abogado, pasajes aéreo , hoteles, coimas a los servicios de seguridad, desplazamiento de la familia de Marset a un lugar seguro, aun saltando de frontera en frontera, armas, tecnología e infraestructura, suman un monto de dinero , tal vez cientos de miles de dólares que Marset debe haber gastado solamente si el evento tuviera especial interés para él o para el que lo financió.
Y tal vez me quedé corto en el cálculo.
Quizás la única inocente sea Patricia Martín quién logró una nota exclusiva de repercusión mayúscula y cinco minutos de fama por arriesgarse por reportear a un personaje de dudosos escrúpulos.
Ahora bien. Llama la atención la exposición mediática de Marset, quién presumiblemente debería procurar ocultarse, también llama la atención que semejante movimiento no haya sido percibido por la DEA y más aún su reiterado ataque al Ministro del Interior de Bolivia, Enrique Castillo , quién es cuestionado por amplios sectores de su propio Partido y más precisamente por los dirigentes que responden a Evo Morales, llama la atención la elección de Ignacio Álvarez quién está muy vinculado a jueces y fiscales y mantiene relación frecuente con abogados penalistas y jerarcas policiales de inteligencia investigaciones , operaciones especiales e interpol.
La entrevista en sí no deja de sorprender.
Desde el punto de vista de la técnica audiovisual, sin ser yo un especialista, parecen haber tres planos, al menos los dos celulares que refiere la entrevistadora y una cámara adicional que estaría siendo operada por una persona que nunca apareció en la detallada crónica que hiciera Patricia Martín. Sin perjuicio de que podría eventualmente insertarse un plano general, habría que preguntarse quién es esa otra persona que acompañó a Patricia y operó esa cámara.
La periodista parecía un poco temerosa de molestar al entrevistado y las preguntas fueron por demás prudentes.
Es curioso que no haya preguntado, si él no se sentía culpable o al menos responsable de los desagradables momentos que vivían su esposa y sus cuatro hijos quiénes actualmente están aislados, privados de libertad, acorralados por la persecución policial y por supuesto con riesgo de quedar atrapados en disputas entre pandillas competidoras en lo que Marset denomina como “su negocio”.
Todas las otras respuestas de Marset responden casi a un libreto pre estructurado al que la periodista se avino. El reportaje y las consideraciones previas de Ignacio Álvarez tienen un propósito exculpatorio Marset es presentado como un emprendedor que eligió un rubro peligroso, agradable, exitoso, simpático y buen padre de familia. En ese sentido, la emisión de la nota es poco menos que inmoral.
No faltaron las insinuaciones y acusaciones contra el Ministro del Interior de Bolivia que casi lo agarró en Santa Cruz, para las autoridades uruguayas que le dieron un pasaporte en forma irregular o ilegal sólo agradecimiento, Marset se pronuncia en contra de la legalización de las drogas porque está con la “libertad responsable” de los narcotraficantes, dice que el día que lo sometan a la justicia se comprobará que es inocente de la mayoría de los cargos contra él pero no se entrega a la misma , la familia no es culpable de nada y no debe pagar por sus pecados aunque su esposa esta requerida en Paraguay por lavado de dinero y narcotráfico.
Él es un empresario que eligió un negocio, el narcotráfico, negocio del que es Estado se quiere apropiar y es un romántico que ama a su esposa a sus hijos y a su hermano y se expone así ante los ojos de la gente y declara bajo juramento que el Pasaporte no le costó ni un dólar que aprendió en quién confiar y en quién no, que cree en la democracia y la separación de poderes.
No dijo a quién votará en noviembre de 2024 porque no es necesario, todos lo imaginamos. Aunque no mencionó su intención de negociar nada, Lacalle Pou respondió que el no va a negociar nada con el narcotráfico.
Una vez más debió callarse porque Lacalle Pou no debe, ni puede ni tiene nada que negociar porque el tema está en manos de la justicia.
Tanto misterio, tanta cohetería sin sustancia, tantos espejitos de colores, no pueden evitar preguntarse ¿quién es en realidad Marset?, ¿para quién trabaja?, ¿Qué es lo que hace en realidad?
Es evidente que ostenta mucho dinero. Olvida 400.000 dólares al escapar de su escondite en Santa Cruz de la Sierra, usa un reloj de pulsera que cuesta 20.000 dólares y una remera de U$ 1600.
Pero, ¿que hace?, ¿a qué hora labura? Tiene un pequeño ejército, carga con una pequeña guardería y escapa de las fuerzas de seguridad de tres países.
Anda a salto de mata y siente los pasos de sus perseguidores a sus espaldas.
Si bien en la entrevista de Patricia Martín parecía sonriente y sosegado, la carta al ministro Boliviano lo revela desesperado. Me parece que Marset quiere terminar con esto porque le pasó la ola. Dicen que quiere negociar porque además ahora percibe que la carga familiar que lleva sobre sus espaldas no es para un “empresario” que se dedica a un negocio tan jodido y detestable.
Carga con semejante paquete en sus espaldas y paradójicamente con la culpa de haber metido a su familia en este lio que terminará fatalmente con él , sus esposa y su hermano en la cárcel y sus cuatro hijos como daños colaterales.
Y todo para tapar la calvicie incipiente del Presidente.
Mal olor le siento al gato…