Hay quienes dicen que el arte no es político. Hay quienes afirman que no hay arte que no lo sea. Lo que nadie niega es que el arte ha estado presente siempre, ha sobrevivido dictaduras y tecnologías; ha sido refugio y resistencia. Por eso, en este año pandémico, cuasi posapocalíptico en versión posmoderna, la celebración del Día Mundial de la Poesía es tan relevante.
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Este día
La poesía es “una manifestación de la diversidad en el diálogo, de la libre circulación de las ideas por medio de la palabra, de la creatividad y de la innovación”, asegura la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
La poesía, continúa, “contribuye a la diversidad creativa al cuestionar de manera siempre renovada la forma en que usamos las palabras y nuestros modos de percibir e interpretar la realidad. Merced a sus asociaciones y metáforas y a su gramática singular, el lenguaje poético constituye sin duda otra faceta del diálogo entre las culturas”.
El Día Mundial de la Poesía se celebra desde 1999 por decisión de la Unesco para promover la enseñanza de la poesía; fomentar la tradición oral de los recitales de poéticos; apoyar a las pequeñas editoriales; crear una imagen atractiva de la poesía en los medios de comunicación para que no se considere una forma anticuada de arte, sino una vía de expresión que permite a las comunidades transmitir sus valores y fueros más internos y reafirmarse en su identidad; restablecer el diálogo entre la poesía y las demás manifestaciones artísticas, como el teatro, la danza, la música y la pintura.
Para muchas personas la poesía es cosa muerta, materia inerte de un pasado que ya no nos habla ni hablamos. El prestigio que significó la poesía considerada clásica en un tiempo se ha convertido en un nicho cada vez más exclusivo de intelectuales.
Ha crecido, sin embargo, una poesía alternativa. Verso libre, ruptura de estructuras clásicas y extendidas como la décima o la rima consonante. Poemas visuales, poemas de dos versos, poemas-monólogo de tres páginas. Es como si la poesía hubiera eclosionado para luego expandirse más allá de sus propios límites.
Esta transformación es retratada por la ONU: “En el mundo contemporáneo hay necesidades insatisfechas en el terreno de la estética que pueden ser atendidas por la poesía si reconocemos su papel comunicativo y su gran valía como instrumento para despertar conciencias”.
Estética, comunicación, instrumento para despertar conciencia. Es que la poesía es, en esencia, un modo de transmitir.
Más viva que nunca
En las líneas que siguen se presentan algunos ejemplos de escala nacional y mundial que muestran que la poesía, quizás transformada y sin dudas transformadora, avanza en espacios culturales, políticos e institucionales. La Unesco posee un acervo digitalizado de obras poéticas consideradas patrimonio documental incluido en el Registro de la Memoria del Mundo.
Louise Glück, poeta estadounidense, ganó en 2020 el Premio Nobel de Literatura “por su inconfundible voz poética que, con una belleza austera, hace universal la existencia individual”. “Entre el bien y el mal hubo una guerra. / Decidimos que el cuerpo fuese el bien. / Eso hizo que el mal fuese la muerte, / que el alma se volviera / completamente en contra de la muerte” (Louise Glück, Lago en el cráter, Averno, 2006. Traducción).
Amanda Gorman, una joven poeta coterránea de Glück, fue invitada a escribir y recitar una obra en la asunción presidencial de Joe Biden. Su presentación se volvió viral y recorrió el mundo en videos, fotos y textos. “Cuando llega el día nos preguntamos / ¿Dónde podemos encontrar la luz en esta sombra interminable? / La pérdida que llevamos / un mar que debemos atravesar / Hemos desafiado el vientre de la bestia / Hemos aprendido que la tranquilidad no siempre es paz” (Amanda Gorman, The hill we climb, fragmento. Traducción).
La poeta uruguaya Ida Vitale ganó el Premio Cervantes 2018 por su trayectoria. Fue la segunda figura de las letras nacionales en conseguir el galardón, luego de Juan Carlos Onetti. “Por años, disfrutar del error / y de su enmienda, / haber podido hablar, caminar libre, / no existir mutilada, / no entrar o sí en iglesias, / leer, oír la música querida, ser en la noche un ser como en el día” (Ida Vitale, “Fortuna”, Trema, 2005).
La primera poeta
Petrona Rosende fue la primera poeta uruguaya y la primera periodista del Río de la Plata. Su historia, su obra y su legado han quedado en el olvido; sin embargo, sus aportes artísticos fueron inconmensurables.
Rosende nació en 1787, en la década de 1820 se exilió en Buenos Aires. Allí creó y dirigió el periódico La Aljaba, que tuvo 18 números, en el que escribió sobre derechos de las mujeres, especialmente sobre el derecho a la educación.
Volvió y fue la única mujer en ser publicada en El Parnaso Oriental, la primera colección de poesías patrióticas publicada en nuestro país entre 1835 y 1837. “Poetas sabios [ … ] Se evaporizan / Haciendo versos, / Por un chillido, / Por un bostezo, [ … ] Unos son cojos / Otros son tuertos / Algunos mancos / Y muchos ciegos” (Petrona Rosende, A los que hacen versos a cada cosa).