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Política Lacalle Pou | Lula | Cumbre

Del lado opuesto

La recurrente miopía selectiva de Luis Lacalle Pou

Si bien es conocida la postura histórica del Partido Nacional con respecto a los gobiernos de cuño socialista, las reflexiones del mandatario revelan su absoluta falta de comprensión del actual contexto

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Caras y Caretas Diario

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Al igual que cuando depuso en la cumbre de la Celac, el presidente de la República, Luis Lacalle Pou, volvió a flechar la cancha en el encuentro de jefes de Estado que se desarrolló en Brasilia, atacando directamente al gobierno de Venezuela y a su colega y anfitrión Luiz Inácio Lula da Silva. Obviamente, ignoró a otros gobiernos que violan groseramente los derechos humanos y fue elogiado a viva voz por la más rancia derecha de la región.

Si bien es conocida la postura histórica del Partido Nacional con respecto a los gobiernos de cuño socialista, las reflexiones del mandatario revelan su absoluta falta de comprensión del actual contexto, que requiere superlativa prudencia tratándose de un país pequeño y dependiente como Uruguay.

Naturalmente, hoy la realidad es totalmente diferente a la de 1961, cuando Cuba fue expulsada de la Organización de Estados Americanos por mandato de Estados Unidos y con el apoyo del gobierno colegiado con mayoría blanca de la época.

En efecto, tras el descongelamiento de la Guerra Fría y la disolución de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, nació una nueva bipolaridad cuyas potencias rectoras son Estados Unidos y China.

¿Puede concebirse que los gobiernos uruguayos conservadores sigan aferrados a los mismos dogmas del pasado cuando la escenografía mundial cambió radicalmente?

En ese marco, las palabras de Lacalle Pou, que tanto revuelo despertaron en ámbitos diplomáticos y en la clase política uruguaya, constituyen una auténtica burrada propia de un político que no está preparado para representar a su país en el extranjero.

Por más que nadie ignora que en la nación caribeña no hay una democracia plena como nosotros la concebimos, es claro que tampoco la hay en Uruguay, pese a que votamos sin restricciones cada cinco años y existe alternancia en el poder sin cortapisas. En efecto, no se puede considerar democrático un gobierno que no se inmuta ni se sensibiliza con una tasa de pobreza de casi 10%, lo cual equivale a 350.000 compatriotas viviendo en condiciones infrahumanas, 42.000 más que en 2019. A este ejército de pobres hay que sumarle las personas que están en situación de calle, cuyo número se duplicó en los últimos tres años.

Parafraseando al propio mandatario, en este caso tampoco se puede “tapar el sol con un dedo”. Lacalle Pou debería ocuparse menos de Venezuela y más de lo que sucede en su propio país, por los estragos provocados por el gobierno que encabeza.

También parece desconocer, porque no sabe donde está parado, que China -nuestro principal socio comercial- es un aliado estratégico de Venezuela. ¿Cómo pretende Lacalle Pou conciliar esa postura de abierta beligerancia verbal contra el gobierno de Nicolás Maduro con su objetivo de firmar un tratado de libre comercio con el gigante asiático? Por supuesto, este proyecto fue puro humo, como tantos anuncios de la coalición derechista encabezada por su colectividad partidaria.

Como es notorio, China está enfrentado a Estados Unidos en una despiadada guerra comercial por el liderazgo mundial del planeta y ese aspecto, ciertamente no menor, debería ser contemplado al momento de exponer ante foros internacionales con amplia repercusión mediática.

Actualmente, casi el 30% de las exportaciones uruguayas tiene como destino el mercado chino y los siguientes socios en el ranking comercial de nuestras ventas al exterior son Brasil, con un 15%, la Unión Europea, con un 14%, Estados Unidos, con un 7%, y Argentina, con un 5%.

Por eso, Lacalle Pou se cuida mucho de no fustigar a China, pese a que esta nación tiene un gobierno autocrático. Incluso, en 2021, el Partido Nacional felicitó efusivamente al Partido Comunista Chino al cumplirse el primer centenario de su fundación. ¿Puede haber contradicción más grosera?

Otro aspecto, que no tiene una connotación comercial pero sí ideológica, son las definiciones políticas, que revelan las ambigüedades de un gobierno multicolor atado con alambres.

En efecto, es público y notorio que en China, que es un país socialista -en el cual conviven la economía de mercado con una fuerte presencia interventora del Estado-, no rige un sistema republicano como el que todos conocemos.

Sin embargo, como no hay gobiernos amigos sino socios como tantas veces lo han proclamado los miembros del oficialismo, la cancillería se ha abstenido inteligentemente de denunciar eventuales violaciones de derechos humanos y falta de garantías democráticas en la nación oriental.

Por supuesto, Lacalle Pou -que parece vivir en la galaxia Andrómeda a 2,5 millones de años luz de la Tierra- ignora o se hace el desentendido, con la actitud del gobierno yanqui encabezado por el demócrata Joe Biden, quien aflojó la presión sobre Venezuela porque, a raíz de la guerra de Ucrania y la reticencia de Rusia a venderle petróleo a las potencias occidentales, debe recurrir al crudo venezolano. Esa es la realidad y no el discurso mentiroso de la Casa Blanca, que afirma que el levantamiento de algunas sanciones apunta a restablecer el diálogo entre el oficialismo venezolano y la oposición. Hoy ya nadie menciona ni se acuerda del títere cipayo Juan Guaidó.

El gobernante uruguayo -que claramente tiene miopía selectiva- se olvidó o bien se hizo el desentendido con relación a la grave situación imperante en Perú, donde la usurpadora Dina Boluarte, en ejercicio de la presidencia luego del golpe de Estado parlamentario que derrocó al presidente izquierdista Pedro Castillo, podría ser imputada criminalmente por la Fiscalía por su responsabilidad institucional por los más de setenta ciudadanos asesinados por las fuerzas represivas durante las multitudinarias protestas callejeras. Aunque Lacalle no saludó al presidente del Consejo de Ministros peruano, Luis Alberto Atárola, desestimó condenar a su gobierno dictatorial.

Lacalle Pou ya reveló sus contradicciones cuando, en marzo del 2020, no invitó a Cuba, Venezuela y Nicaragua a su acto de asunción como presidente y, en cambio, sí convocó a la dictadora boliviana Jeanine Áñez, cómplice del golpe de Estado contra el presidente constitucional socialista Evo Morales y hoy encausada en su país por la comisión de delitos durante el ejercicio de su mandato autoritario e ilegal.

En otro orden, el gobierno, que tiene excelentes relaciones con países árabes tiranizados por monarquías dictatoriales que conculcan las libertades públicas y reducen a la mujer a una condición de mero objeto decorativo, tampoco condena las permanentes agresiones militares de Israel contra los palestinos. Incluso, históricamente la derecha jamás repudió la invasión, ocupación y anexión ilegal de territorios en Oriente Medio y menos aun el genocidio perpetrado contra el pueblo palestino.

La política exterior de este contubernio que nos gobierna está teñida por la ineptitud y los más rancios prejuicios ideológicos, que hipotecan los intereses nacionales.

Luis Lacalle Pou volvió a derrapar lastimosamente en Brasilia, con un discurso radicalizado para la tribuna chica de sus alcahuetes partidarios, que además le permitió cosechar los aplausos de la Casa Blanca y de operadores políticos de la derecha argentina. Empero, por su desmesurada soberbia y cuasi patológico catecismo narcisista, degradó nuevamente el prestigio, la imagen y la credibilidad de Uruguay en el exterior.

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